sábado, 28 de enero de 2006

Mortadelo



No sé si Aalto sabe lo que hace al invitarme a hablar de Madrid. Se lo agradezco. En realidad, ni tan siquiera soy madrileño, por lo menos no de nacimiento, pero llevo mi ciudad en el corazón. Aunque, peor hace al invitarme a hablar de Gallardón. En este aspecto, tendré que morderme la lengua porque no me gustaría estar apelando diariamente a la exceptio veritatis.

Debo decir que siempre he votado a Gallardón. La necesidad manda. Antes Mortadelo que un buen salchichón. (Le fastidia mucho que se le llame Mortadelo como al jugador serbio del Cádiz de nombre impronunciable). Así que, Mortadelo, ¡prepárate!

Lo malo es que últimamente aparte de las obras, el despilfarro, la soberbia, y sus aficiones prisaicas, hay que decir que Gallardón parece el niño bueno del PP. Como si nunca se la hubiese jugado a Aznar; como si nunca se la hubiese jugado a la Espe; como si nunca se la hubiese jugado a Rajoy…¿quién queda por jugársela? Ah, sí. Don Polancone, el rey del cortijo. Bueno, lo cierto, es que casi parece del PP (aunque de los que huelen a naftalina postfranquista y pululan por el PSOE; sí como su amigo Bono que se jacta de ello, como Felipe, como Polanco…; sus amigos de siempre, vaya). Por eso no está muy de acuerdo con lo que están haciendo Cebrián y sus muñecos (ZuPerman, Calderilla, Pepiño y, la más terrible de todos, Franki de La Vega). Sí porque será un poco fachilla -es un término en desuso de tanto abuso, pero permítanmelo una vez más, aunque sólo sea por morbo- pero nacionalista, no. Eso al menos lo tiene claro, como sus amigos (bueno, Bono ya no; su necesidad manda).

En su honor hay que señalar que es un buen gestor. O por lo menos eso dicen los que viven de ello, o, quizá, de nosotros. A saber, los empresarios de abolengo político. Especialmente su amigo Fefe o Florentino. La crème de la crème, vamos.

Rajoy no le gusta especialmente. Tampoco le disgusta. Si no fuera porque quiere su sillón. Aunque parece que últimamente se daría por satisfecho con una Vicepresidencia y una poltrona ministerial. Será con el permiso de Acebes, al que ahora hace la rosca con torpeza. Demasiados años señoreando para verse reducido a limpiabotas del “fachilla” ese -aquí fachilla se usa como lo usan ellos, los lobotomizados, vacío de contenido y con odio, sobre todo con mucho odio-. Muy mal ha de verse. Y está en lo cierto. Porque desde el 11-M las cosas han cambiado.

Dicen que no superamos el 11-M. Tienen razón. Hasta que no sepamos la verdad, toda la verdad, será imposible de superar. Recordemos que 192 personas murieron ese nefasto día para que el PSOE pudiera gobernar. A los hechos me remito. Pues, sí; las cosas han cambiado. Los españoles nos hemos sacudido el polvo y las telarañas, y hemos decidido dar la cara. No dejarnos someter por las tribus salvajes del Norte, de las que no quedan más que en el imaginario colectivo de algunos nostálgicos de la caverna, y hacerles frente con nuestras armas: la verdad y la razón. Aclaro que soy gallego. Por tanto, del Norte, también, aunque romanizado (como todos). Afortunadamente.

Creo que Gallardón no me perdonará (eso espero). Aunque, lo peor ni tan siquiera es él. Lo peor es lo que lleva adosado. Las rémoras. Y no lo digo, por Cobo. Quizá el más conocido por su candidatura fallida al PP de Madrid. Sino, claro, por los Calvos, los González (esa debe ser una plaga), y demás chiquilicuatres que entienden la política como la suma de muchos ceros. No me pregunten de qué lado los ceros, porque me veré obligado a decirles que a la izquierda.

El miedo es, sin duda, el peor enemigo del hombre, porque le lleva unas veces a someterse incondicionalmente al colectivo y, otras, a rechazar a sus afines por temor a ser víctima de los del otro lado de la trinchera. Qué cómodo es tener el don de la ubicuidad. Poder estar y no estar, a la vez. Ser, pero no parecer o, parecer, y no ser. No lo sabremos. Aunque, sí sabemos que los melindres y centristas deben arrostrar una gran culpa para sentir tales complejos. Lo peor para ellos es ni ser, ni parecer. Porque entonces no son nada, no son nadie. Les aconsejo sin duda quitarse los complejos, y pasarse sin más al otro lado. Se sentirán más a gusto, sin duda, con los suyos. Podrán llamar “fachillas” a sus ex-colegas, sin que les tiemble la voz. Con rabia, con odio, para curarse las heridas y borrar su pasado. Y su presente, sobre todo, su presente. Lo que todavía son.

Zarandajas aparte, Gallardón ya "es" otra vez. Por eso, desde aquí, pido que lo boten. Sí, sí, no es un error de la LOGSE; que lo boten con "b".

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