jueves, 14 de mayo de 2009

"Benavides y Malospelos"

Con esos apelativos no me refiero a los diputados del PNV que hemos visto en las noticias animando a un Athletic que a la noche sería vapuleado por el Barcelona en la Copa del Rey. Se animaron a montar el show con la Prensa y vestir con los colores del Bilbao a los leones del congreso de los diputados y la verdad, siempre resulta divertido ver a un político travestirse con tal de parecer cool, pero no son ellos a quien llamo así.



Diario Qué.

Al margen de la bochornosa censura que vivimos ayer en la Televisión española -audio de la SER aquí- cabe destacar una anécdota, y es el nombre de esos leones sobre los que nuestros egregios vascos se encaramaron ayer. Pues fueron bautizados como Daoíz y Velarde en honor a los militares que acompañaron al pueblo el dos de Mayo en Monteleón, como referimos el otro día. El Partido Nacionalista Vasco en pleno haciendo honor a todo un símbolo de la nación española, ¡ole!. A ellos se unieron rápidamente Chacón, Madina y los de CIU con camisetas (la de carreras a la tienda de deportes que se tuvieron que pegar los asesores esa mañana...) No tengo queja, a mí me parece fenómeno, es un signo de normalidad dentro de lo anormal que suele ser nuestra sociedad.

Los leones como sabemos se llaman Daoiz y Velarde, y el pueblo los rebautizó como Benavides y Malospelos, seguramente para no confundirlos con otros símbolos de la ciudad referidos a los acontecimientos de 1808. El origen exacto de tales motes no lo he encontrado -si alguien lo sabe agradecería explicación porque me corroe la curiosidad- pero sí conocemos que fue Ponciano Ponzano el encargado de dar vida a esos bravos animales que custodian a los representantes de la soberanía nacional.



El neoclásico Ponzano, escultor de Isabel II, ya había contribuido al edificio con el magnífico frontón que lo preside, y en principio dudó si fabricar los leones por supersticiones, pero finalmente realizó el trabajo, montándose éstos en la Fábrica de artillería de Sevilla, actual Delegación de Defensa, donde se pueden observar los moldes. De su cincelado se encargó el francés Bergaret y el material se extrajo de los cañones de bronce capturados en la africana guerra de Wad-Ras. Fueron colocados en su sitio en 1865, pero ya antes leones presidieron el hemiciclo inaugurado en 1850. Primero unos de yeso revestidos de bronce que pronto se deterioraron, y más tarde unos de piedra obra de José Bellver que fueron prontamente descartados y que todavía hoy podemos ver en los jardines de Monforte en Valencia.

Ésa es la historia de los leones Daoíz y Velarde, o Benavides y Malospelos, como queramos. No os perdais el relato que escribió Leopoldo Alas en sus Cuentos morales sobre el "León Benavides":


[...] Por fin, en una campaña terrible, en que morían los nuestros como si fueran moscas, y morían sin compasión, descuartizados... yo me volví lo que era, una fiera loca. Y no sé lo que hice, pero debió de ser tremendo. En el campo de batalla, a mis solas, rodeado de enemigos, me convertí en lo que fui en tiempo del Cid... pero aquí el Cid era yo; vencí, deshice, magullé, me bañé en sangre... hasta hinqué los dientes... era león para algo. Después se habló de mi heroísmo, de la victoria que se me debía... pero me vendió la sangre que me brotaba de la boca. ¿Era una herida? No. La sangre no era mía. Parece ser que entre los colmillos me encontraron carne. La cosa estaba clara: caso de canibalismo... ¡qué se diría! No había precedente... pero por analogía... El honor, la disciplina... la causa de la civilización... también estaban sangrando. Se formó el cuadro, dispararon mis compañeros, los mismos a quien yo había salvado la vida. Y caí redondo. No me tocó más que una bala, pero bastó aquella, me dio en mitad de la frente. Me enterraron como un recluta rebelde, y resucité león de metal, para no volver más a la vida de la carne. Aquella bala me mató para siempre. Ya jamás dejaré esta figura de esfinge irritada, a quien el misterio del destino no da la calma, sino la cólera cristalizada en el silencio. Esta cicatriz tiene tanto de cicatriz como de idea fija.

Calló el león, y con desdén supremo, volvió un poco la cabeza para mirar a su compañero de más abajo, el león sin cicatriz, vulgarmente arrogante, insustancial, cómico, plebeyo.

«Yo», concluyó Benavides, «soy el león de la guerra, el de la historia, el de la cicatriz. Soy noble, pero soy una fiera. Ese otro es el león... parlamentario; el de los simulacros».

1 comentario :

  1. rodolfopalomares@gmail.com20 de julio de 2011, 14:02:00 CEST

    Hola:
          Me gustaria que alguien me respondiera a esta pregunta.
          ¿porqué los leones del congreso miran uno a la izquierda y el otro a la derecha?
          Lo normal,es que miren hacia delante.
          Gracias.
          Atentamente.

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