martes, 20 de octubre de 2009

La Secretaría del Mar, de Miguel Fisac

Antiguo Centro de Investigaciones Biológicas


Esta es la historia de una esquina y una fuente. La primera estuvo llamada a ser la más hermosa de la ciudad, diversos avatares la han vuelto desapercibida. La segunda fue durante medio siglo la más original de cuantas chorreaban en la capital, ahora está desaparecida.


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Visitar una esquina ignorada y comprobar que la singular fontana ha pasado a mejor vida no parece a priori un plan demasiado recomendable. Sí que merece la pena conocer su historia y si, al tiempo, se incita a su fácil recuperación, el paseo merecerá la pena.

Sólo hay que llegarse a la calle de Velázquez en su confluencia con la de Joaquín Costa. Se alza aquí un edificio erigido en 1951 por Miguel Fisac como sede del Centro de Investigaciones Biológicas.

Confluyen varias circunstancias que aconsejan dedicarle un artículo. La primera por ser el décimo aniversario del infame derribo de La Pagoda, otra excepcional obra de Fisac, que dio fe de la incultura que tantas veces mueve al Ayuntamiento madrileño.

La segunda señala a unas humildes criaturas con bigotes que además de base de las redes tróficas, son banco de pruebas para las más diversas investigaciones: los ratones de laboratorio, cuya sacrificada función comenzó justo hace un siglo.

La última sirve de homenaje a la Ciencia, la materia más vilipendiada por los nuevos presupuestos del Estado. Al grito de "¡que investiguen ellos!" la inversión oficial en investigación se ha reducido el 15%, condenando a la inacción a quien debiera ser motor contra la crisis.

Fachada cóncava


Durante 52 años nuestro edificio fue sede del Centro de Biología, hasta que dejó su lugar a la Secretaría del Mar y fue sometido a una restauración que arroja luces y sombras.


A pesar del tiempo pasado, hasta el más neófito en cuestiones arquitectónicas comprende que está ante una obra especial. Su planta atípica, los extraños ladrillos que recubren las fachadas, las vigas que parecen extrañas osamentas y, sobre todo, la singular esquina.

Vayamos a la esquina. Ante ella, el pasmo la subraya. La enorme fachada de ladrillo ofrece una cóncava superficie. Comparada con un torreón, la corona un solitario balcón, aligerando su robustez líneas de pequeños ventanales.

Fuente homanaje a la Ciencia


A nivel del suelo la sorpresa se magnifica. Un estanque sobre el que se apoya una figura metálica contrapuntea al aéreo balconcillo. Obra del escultor Carlos Ferreira, El hombre que bebe en la fuente de la Ciencia. Metal y humano hechos poesía que confluye con el rigor científico.


Considerada una de las más poderosas imágenes de la arquitectura española, la esquina fue catalogada como la más hermosa de Madrid. Lamentablemente ya no lo es.

La restauración ha dejado visibles mostrencos aparatos de aire acondicionado en la terraza, mientras que tres tristes falsos plátanos que crecen en la acera y un ailanto surgido en la pradera, ensucian la perspectiva y pide a voces su retirada.

Fuente interior desaparecida


En el patio interior, Fisac situó una fuente con ratoncillos metálicos, sentido homenaje a las cobayas de laboratorio. Están desaparecidos.

En su infructuosa búsqueda de la Fuente de los ratones, el paseante repara que la Secretaría General del Mar es responsable de la conservación del medio marino y de la investigación en materia de pesca y de sus ecosistemas.

Por eso cavila que en su muy recomendable recuperación, más valdría que en vez de los simpáticos ratones se instalaran unas sardinas rampantes. Serían palmaria metáfora de que gestión y ciencia a veces pueden ser la misma cosa.

Fuente: El Mundo

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