jueves, 4 de marzo de 2010

Por el placer de volver a verla, en el Teatro Amaya

Desde el 10 de marzo de 2010


Pocas veces en la historia una función de teatro fue capaz de conseguir lo que "Hoy: El Diario de Adán y Eva de Mark Twain". Más de 10 años en cartel en Argentina, Uruguay y España. Más de 1,5 millones de espectadores. Y lo más importante: llegar al corazón del público. Un público que se emocionó con las historias de Dalmacio y Eloísa, que rió con Adán y Eva. En 2009 sus creadores nos presentan otra historia de amor. Un amor común a todos nosotros.

Miguel Angel Solá y Blanca Oteyza son los protagonistas de "Por el placer de volver a verla" de Michel Tremblay.

La obra nos presenta a un reconocido autor teatral que nos propone aceptar que alguien es único cuando logra despertar en el otro el placer de volver a verle. Para probar que es así, y dar sentido a su última pieza teatral, deberá contar con la mujer que hará que su nostalgia adopte el rostro de la felicidad. Ante el público -sumergiéndose en un pasado muy presente-, sin prejuicios, ni preconceptos, ni humillaciones, ni miedos, ni desgarros tortuosos, iniciará un viaje al corazón abierto del teatro.

Como en "Hoy: El Diario de Adán y Eva, de Mark Twain", esta pequeña gran obra trata del infinito placer de comprobar que la realidad y la verdad no son la misma cosa. Y que uno puede seguir llorando y riendo junto a quien se supone dejó de ser realidad, porque, con la verdad puede traerle cuantas veces quiera.

El amor lo hace posible. Y el teatro. Teatro para compartir, teatro para crecer, teatro que no excluye a nadie. Teatro para todos; esto es "Por el placer de volver a verla".

Lugar: Teatro Amaya, Pº General Martínez Campos, 9
Duración: 1 hora y 40 minutos
Fecha: Desde el 10 de marzo de 2010
Horario: X a V a las 20.30 h. S a las 19.30 y 22 h. D a las 18 h.
Precio: 15 a 25 euros. X, de 10 a 20 euros. Venta anticipada atrapalo.com

100 comentarios :

  1. <span>A mí me gustó muchísimo! Hacia mucho tiempo que no veía una obra tan buena. Tanto Miguel Ángel Solá como Blanca Oteyza están maravillosos, ¡cómo sólo dos personas pueden llenar el escenario de esa forma! Sus actuaciones y el argumento hacen que esa sencilla escenografía sea mágica simplemente con ese juego de colores. Un obra que lo tiene todo, te saca risas y lágrimas. Muy recomendable!</span>

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  2. <span>Absolutamente. Derroche de talento, sutileza, valentía y belleza. Dos actores formidables en un espacio escénico al que no le sobra ni le falta nada. Uno sale realmente agradecido. Así que desde aquí os animo a que vayáis y a los que lo hacen posible, gracias!</span>

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  3. <span>¿E<span><span>Hay ausencias que te provocan, con el paso del tiempo, la necesidad de volver a ver a esa persona, aunque solamente sea una vez más</span></span>
    <p><span><span>Tomar un café con ella y compartir una conversación jalonada de palabras y miradas que te permita satisfacer ese deseo de lo que dejaste sin decir, sin mostrar de ti.</span></span>
    </p><p><span><span>Todo parece indicar que <span>hay vida antes de la muerte y no al revés</span>, confirmando que el tiempo que vivimos es mejor emplearlo en reducir a la mínima expresión todo aquello que no dijimos o dejamos en el tintero de los "si pudiera"... que finalmente quedan condenados al imposible de una vida mejor de la que nadie nos ha enviado fotos.  </span><span><span> </span></span><span><span></span></span></span>
    </p><p><span><span>Porque "si pudieras volver a verla" es una expresión que merecen <span>todas aquellas personas</span> a las que amas y que están hoy al alcance de tu mano.

    No pudiste elegir <span>el tiempo que te ha tocado vivir</span>, pero puedes hacer lo que quieras con el tiempo que te han dado. Tú decides.</span></span>
    </p><p><span><span>Por el placer de volver a verla. Solá y Oteyza. </span><span>Un lujo teatral</span><span> inigualable.</span></span>
    </p><p><span><span>Author of this article: </span></span><span><span><span><span>Manhattan</span></span></span></span><span><span> </span></span>
    </p><p><span></span><span> </span>
    n qué estás pensando...?
    </p></span>

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  4. <span>
    <p> 
    </p><p><span><span><span>AMAMANTÁNDONOS.<span>  </span>Teatro.</span></span></span>
    </p><p><span> </span><span>Silencio. Semioscuridad. Un señor aparece para contarme un cuento. ¿Me gustará? ¿Tengo ganas de oírle acaso? No. No es su culpa. Tampoco la mía. ¿Qué hago aquí, escuchando a ese señor sin escucharlo? <span> </span>Mi cabeza está llena de la enfermedad de la madre de Alba, y de la voz de Alba, mi amiga más amiga, que me describe por el móvil ese terror que se le alojó en el pecho y que no puede calmar. Así entré a esta sala, y así odié a ésta sala por pedirme desconectar el móvil con insistencia. Sola, en el teatro, sin mi amiga que se quedó en su casa deshecha por la novedad que la asaltó dos horas antes de nuestro encuentro? ¡Esclerosis múltiple! ¡Qué nombre horrible para algo que se va a llevar la brillante vida su madre y su belleza al más oscuro de los sótanos! Mientras yo, aquí, viendo qué sé yo qué sin ver, oyendo sin oír, a un señor, ni guapo ni tampoco, que parece tener ganas de contar algo. El gris oscuro se ciñe a su cuerpo, no tiene glamour alguno, sólo el brillo de sus ojos y una sonrisa sufrida que se escora hacia la izquierda. No he conectado aún con él, ni pongo voluntad de mi parte. No sé qué anuncia que va a pasar. Su mamá, eso, acaba de presentar a su mamá… ¡¡¡¿Eres tonto?!!!, es lo primero que le escucho decir a la mujer, y el señor se tapa asustado con una manta oscura, se sienta en unos cubos y su voz toma un tinte agudo, y grita contento, feliz ante el insulto: ¡Mi mamá!... A partir de ahí, con nada más que inteligencia emocional, tranquilidad de espíritu, cuentas saldadas, amor y alegría expresa de haber sido para el otro y con el otro, los dos actores me arrastraron hasta elevarme y sentir mi vida como un viaje alucinante. Debo pedir disculpas al señor Solá por haber dejado que el comienzo de la obra me pasara por delante sin entenderlo, y por juzgarlo así, tal cual lo conté, sin atractivo, como miro a un señor ya mayor en la calle, sin pena ni gloria. Era mi tristeza, el desencanto con el que entré al teatro. ¡Qué lección me dio! ¡Qué señor actor! Debo agradecerle a Blanca Oteiza: el torrente implacable de amoroso sinsentido y su calor humano; y haber sido la madre de Ana, mi madre, mi abuela, la madre de cada amigo y amiga que me sirvió un caldo o un bocadillo en noches de estudio e insomnio; a ella, que, me devolvió una memoria que no pasará a la Historia, pero que dibuja mi historia, la del crecer. ¡Vi tan claro! ¡Oí tan profundo gracias a ella! ¡Entendí esas cosas de "madre" que no dicen lo que dicen, pero que sienten más allá del pasado y del futuro, con esa carga de llevar la historia a un destino, incierto, frágil, a veces sin consuelo, con la única intención de seguir adelante, con la casa a cuestas, el amor a cuestas, el dolor a cuestas…! Esa obra, tan sencilla como respirar, ¡me demolió y me reconstruyó! Riendo y llorando. Simple, claro, gozoso. ¡Qué teatro tan bonito vi<span>  </span>anteanoche!, lleno de </span><span>territorios protegidos que se acaban al pasar la frontera, al ser mundo como cualquiera, ya nada especial, ya un poco nadie para todos.</span>
    </p><p><span>Nos iremos yendo, público y actores; quedará la obra: amamantándonos, pensé. </span>
    M.T.B.
    </p></span>

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  5. <p><span> </span>
    </p><p><span>"Con infinita ternura, el escritor canadiense de expresión francesa Michel Tremblay (Montreal, 1942) echa la vista atrás para recordar y rendir tributo amoroso a su madre. Ya viajaba al país de su infancia en «Las cuñadas», una comedia familiar ácida y coral que pudimos ver en 2008 sobre el escenario del Teatro Español, en un montaje dirigido por Natalia Menéndez. «Por el placer de volver a verla» lleva en el título los motivos del empeño: Tremblay ha escrito esta obra para poder contemplar de nuevo a su madre, transmutada por los poderes taumatúrgicos del teatro en personaje a salvo de los estragos del tiempo y las acechanzas de la muerte.</span>
    </p><p><span>El autor cose con delicados hilos autobiográficos la propuesta que un famoso dramaturgo, director y actor teatral hace al público: «aceptar que alguien es único cuando logra despertar en el otro el placer de volver a verle». Y así convierte en entrañable acto de amor la evocación de su madre, una mujer en cuya sonrisa anida el pájaro de la felicidad. Nana, práctica, sentenciosa, vitalista, ingenua y tozudamente melodramática, resucitada por y para su hijo, llena el escenario con su energía y su llaneza inteligente. Y el escritor vuelve a ser ese niño temeroso que, después de una travesura, aguardaba la reprimenda materna, y que va creciendo y afianzándose en su vocación escénica gracias a esa madre a la que regala un fin de fiesta con vestido de gala, como en el añejo «Reina por un día».</span>
    </p><p><span>Manuel González Gil dirige con pulso sensible esta comedia emocionada y emocionante, una apuesta encendida de humor amable y tal vez una miaja edulcorada, que avanza sin conflictos ni sobresaltos sobre los rieles del afecto filial, sobre un bonito espacio escénico que juega con los valores cromáticos. Miguel Ángel Solá y Blanca Oteyza se complementan a la perfección en su cariñoso pulso y otorgan peso y credibilidad a unos personajes coloreados con el pincel de la nostalgia". Esto lo dijo I.García y coincido él formalmente, en concepto, pero, no transmite ni la ínfima sensacion que deja el espectáculo en nosotros, el público. Esta obra es esncial, porque se entiende la belleza de haber salido de alguien como único milagro entre todos los hechos extraordinarios que la vida provee. Como crítica, un pequeño espacio a llenar vaya y pase, porque al menos invita a ver esa función a la gente, pero es nada ante la experiencia de que viví. María Teresa y Manhattan han sido más que un crítico teatral, y más que yo por supuesto, que no sé escribir por mí todo lo que quisiera. Esta obra encanta a la gente de a pie. Miguel</span></p>

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  6. <span>
    <p><span>Cuando se apaga la realidad y se encienden las luces, la magia del teatro se adueña. El actor y la actriz, van ganando terreno, imponiendo su presencia hasta dotar de sentido al escenario. El texto va ganando al espectador. Su sonrisa primero, su risa luego, y un estado de alerta permanente, porque algo que no está pasando ha de pasar. Hay una puesta en escena inteligente, plagada de matices, sutiles y rotundos. El patio de butacas, el teatro todo, va agigantándose con la obra. Un espectáculo brillante, conmovedor, y, de tan sencillo y singular: inteligente. Un espectáculo de esos que multiplican público, que amasan público, que crean público, que dejan el listón demasiado alto para los entendedores de tres al cuarto que abundan y abusan del teatro, porque el teatro no les impone pelotón. El espectáculo no acaba cuando las luces y los aplausos se apagan. Se propaga. Las sensaciones siguen bullendo en el cuerpo; y el texto -el dicho y el no dicho-, hace carambolas en la mente evocadora, y se traduce en la necesidad de madre viva y a mano, y en la de ser hijo escribiéndole la propia obra pero plagiando ese mismo final. Ser actor, y autor, y tenerla a gusto todas las noches posibles, así, jugando a revivir, siendo generoso, amable, singularmente hijo. Hijo maravilla, hijo dios, hijo feliz. Última función de la temporada. Nos fuimos, profesionales todos, y todos con veleidades literarias, con esa necesidad de ser mucho más. Hablamos de la obra, pero, por momentos, se instalaba en nosotros este milagro de estar vivos gracias a ellos, madres-padres, aguantándolo todo, dándonos todo, ayudándonos y protegiéndonos de todo. Con sus más, con sus menos, hasta con sus menos que menos. Nosotros, espectadores habituales de teatro, llegamos a la conclusión de haber asistido, cómplices, socios, a uno de esos milagros que aportan la inteligencia y la sensibilidad. Silvia, una de los Siete Magníficos (eso somos desde hace quince años de amistad), dijo que la obra tiene sentido porque uno se lo da, pero que, al mismo tiempo, se percibe la existencia de otros sentidos a los que el inconciente se adhiere como lapa, como deshidratado a un oasis, o al espejismo de ese oasis, que invita al sediento a dar más de sí para llegar. Y yo me largué a llorar como una criatura. No sé qué de toda esa frase me conmovió, pero luego la asocié a algo que ella, la madre, dice sobre el final: -Morirse es una estupidez- El posterior estado de todos lo fuimos achacando al Rioja que nos martillaba en las venas. Pero los siete coincidimos, y no solemos hacerlo, antes y después de la cena, que ese espectáculo proyecta una sensación de poder ser distintos. Y nosotros, espectadores, nos acercamos (o creímos acercarnos), a esa visión, hasta recrear la nuestra propia. Necesidad de sentir más la vida y esa maravillosa pretensión de poder ser algo más que lo que se es; aunque sólo se arañe, aunque sólo se acaricie, aunque sólo se olfatee de uno la esencia más diminuta, ésa que se quedó en brazos de mamá. Alberto Calvero. (por los Siete Magníficos). </span>
    </p><p><span>PD También a mi me gustaría escribir como la niña que tituló Amamantándonos, Miguel. Aprendamos, no nos quejemos de lo que nos falta y mostremos lo que nos sobra. En éste caso: cariño por el buen teatro. Y de eso hay como para hacer mermelada, ¿no te parece? </span>
    </p><p><span> </span>

    </p></span>

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  7. <span>
    <p><span>Mi última noche de teatro fue una salida muy divertida con mis hijos, ya adolescentes, en la que intenté colarles mi euforia por revivir lo vivido. “Hoy no me puedo levantar” ¡el musical! (todos son ¡el musical!, ja). Claro que, mientras mis hijos iban “entrando” en el jurásico de su padre, su padre iba dándose cuenta que ese tiempo pasado bien pasado fue, y que el eco que de él mantenía en su corazón cabía en los amigos que me quedan vivos, mi mujer, una Vespa, y la nostalgia de ciertas cosas hoy prohibidas por consejo médico. De esto hará poco más de tres años. Desde entonces me he logrado escabullir bien que mejor del teatro. El jueves pasado acepté la invitación de uno de esos colegas de toda la vida (nuestras mujeres se habían confabulado ya), sin saber de qué iba la función (noventa minutos, según Chema, sabedor de que “lo bueno, si breve, dos veces bueno”), y luego, ¡a Casa Paco! Poco espiritual, pensaréis, pero, la verdad sea dicha: no soy muy de teatro. Yo no sabía que esto era el teatro.  Salí de esa función con una paz y una alegría interna que hacía mucho no sentía; y lleno, repleto de una historia casi sepultada, incapaz de hurgar ni para bien ni para mal.</span>
    </p><p><span>Esta gente, tiene que ser, por lo vivido allí, buena gente. Interpretar así, vivir así esos personajes que no son su propia vida, no puede lograrse a menos que sean buena gente. Y, además de tener la capacidad y la destreza para transmitir esas vidas, debe de haber en ellos un secreto, un pacto, una plena seguridad de que con eso se compran un pasaje al mejor de los mundos, crean en el que crean, porque éste es teatro para nosotros, personas con pocos, medianos y muchos estudios o recursos. Es para que todos podamos apreciar cuán parecidos somos en tantas cosas; porque mi lágrima no se diferenciaba de la del señor mayor que sollozaba quedamente a mi lado, ni la de su acompañante de quienes estaban en la filas por delante y detrás. Y nuestras risas eran también surgidas de un mismo caldero, el de ¡qué bonito fue vivir lo vivido!, con todo lo difícil que fue por momentos. ¡Cómo se empequeñece la tristeza ante la alegría de haber sido querido!</span>
    </p><p><span>Hoy no me puedo levantar. Y no es el título del último espectáculo que he visto. Es sábado y no salí de la cama, ni mi mujer, entre recuerdos de nuestra casa y el ir creciendo en fotos de nuestros hijos, hoy ya grandes. Yo y la mili (el burro delante, por supuesto); y las cartas de mi padre y su prodigiosa caligrafía, los dibujos de mi madre (mi Nana particular), mi historia pequeña, la de uno más, pero no. Sonriendo, lagrimeando, sonriendo, lagrimeando, como en la obra. Lo intocado, y el miedo a que toda esa ternura (seca de mi padre, húmeda de mi madre, sus luces y sus sombras, sus bondades y rigores, sus malabarismos para sacarnos buenos a los cuatro hermanos; sus inquietudes, las seguridades con las que nos revistieron, los miedos, fundados y no tanto), se fuese a convertir en melancolía y me doliese y me hiciera retroceder demasiado en la búsqueda estéril de un tiempo que ya no es, no se instaló en nuestra cama, <span>porque mis padres eran buena gente como los que estuvieron ahí, el jueves, arriba del escenario. </span>Mi madre piaba por el teatro. Mi padre era de baloncesto y periódico; pero de haber visto esta obra, hubiera comprendido ese otro amor de mi madre. Extraordinaria obra y como postre: Casa Paco. Noche redonda entre amigos. Rafael Castillo Montero</span>
    </p></span>
    <p> 

    </p>

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  8. <span>
    <p><span>Sencillez y grandeza POR EL PLACER DE VOLVER A VERLA, de Michel Tremblay. Dirección: Manuel González Gil El título es simple, la escenografía es simple, la escena se reduce a un actor y a una actriz. Sin embargo, nos vemos llevados, al final de la representación, a exclamar: ¡qué grandeza! Así festejamos, en un aplauso emocionado, que haya ganado, durante un rato, lo que Miguel Angel Solá expresa como un deseo al presentar la obra: que el teatro le gane la partida a los móviles, a las prisas, a estar en conexión permanente. Pocos espacios obtienen este merecido respiro que nos cuesta tanto permitirnos para gozar de lo intemporal. Los imperativos actuales nos han capturado de tal manera que en muchas ocasiones consiguen hacernos olvidar lo esencial. Y el teatro tiene la noble función de recordárnoslo. Ahí está el teatro para despertarnos del sueño del progreso, para recordarnos que la vida, que las cosas importantes de la vida, requieren nuestra atención, nuestra dedicación. Por el placer de volver a verla presenta la relación entre una madre y un hijo en distintas épocas, tejida a través de episodios que pueden parecer intrascendentes, pero que, de forma magistral, condensan los encuentros fundamentales que deciden la orientación de una vida. Sin escatimar las verdades y mentiras, los sentimientos encontrados, la ternura y la rabia, la admiración y el desdén entre dos seres unidos por uno de los lazos más poderosos que sólo conoce nuestra humana condición. Ese lazo tan particular se gesta en la palabra: “recuerda hijo, lo importante es hablar” dice ella, encarnada en la magnífica Blanca Oteyza: intensa, verdadera, sencillamente maravillosa. Este precioso texto sobre una relación tan íntima enseña que no hace falta recurrir a la obscenidad ni a la grandilocuencia. Ellos hablan, hablan, en un intercambio de malentendidos que ambos afrontan, sin desesperación, cuando el muro del diálogo se evidencia. Resisten, se ponen a prueba, nombran los sentimientos, y perfilan dos maneras de entender el mundo. Ese mundo diverso y grande del que no se puede gozar sin los libros que lo han relatado e inventado: hablar sobre los libros despierta en el hijo el deseo de escribir. Con sencillez, soberbio, Miguel Ángel Solá puede hacernos creer que tiene once años, catorce, veinte… hasta ser un autor maduro que tiene la ocasión de presentar al mundo, con humildad, las pequeñas cosas que formaron su ser. Ese camino sin el cual no seríamos lo que estamos intentando ser. Un camino tejido con las personas y con los encuentros que nos enseñaron, nos decepcionaron, nos conmovieron y que hemos transitado en medio de trompicones, sollozos y saltos de alegría. Un camino en el que se va formando, también, lo que no sabemos de nosotros mismos, hasta el día en que comprendemos que algunos, que nos quisieron, nos brindaron el tiempo necesario para que pudiéramos equivocarnos aprendiendo a vivir. Vilma Cocooz.</span>
    </p></span>

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  9. <span>
    <p><span>Pequeña pero enorme función de teatro con unos actores de aúpa. El único problema es que la obra es tan cercana y tiene tanto sentimiento que se puede salir del teatro desbordado de emoción. La obra es muy buena y emotiva. Te hace revivir momentos muy íntimos. No existe otra pareja de actores capaces de transmitir tantas emociones juntas desde un escenario de teatro. Los actores interactúan con el público y hacen que te sientas parte de la obra. Además me fascina contar con una opción de teatro bien hecho, pensante, que da una posibilidad distinta de la oferta casi monótona de musicales, shows cómico-sexistas, o de teatro clásico, que por muy bueno que sea, no me mueve la sangre. Y muy buena dirección, sencilla, clara, envolvente. Yo fui el sábado en la primera función, no quiero ni pensar, con lo que se dejan allí, en qué estado hacen la segunda.</span>
    </p></span>

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  10. <span>
    <p><span>Miguel Ángel Solá en el escenario es un espectáculo. No necesita nada más, ni decorados ni escenografía, tan sólo su voz, su presencia y su interpretación. Si, además, está acompañado por una Blanca Oteyza en estado de gracia y el texto es bueno (como lo es éste, delicioso), y toca lo más profundo del sentimiento, se unen los ingredientes necesarios para que “Por el placer de volver a verla” sea otro Diario de Adán y Eva, otro "clásico" de años y años en cartel, de esta pareja tocada por el ángel del teatro. También estuve el domingo en la despedida. Eso no era un teatro, era una cancha de fútbol repleta de forofos de un solo equipo. Nunca escuché un aplauso semejante en una sala en Madrid. Lourdes</span>
    </p></span>

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  11. María Eugenia López Conejo9 de mayo de 2010, 11:59:00 CEST

    <span>Estuvimos ayer en el auditorio Cultural de Tres Cantos. No hay palabras. Es una obra magnífica, para cualquier edad, para reír,llorar, sentir las cosas mas increíbles que parecían olvidadas. Mi marido, que es una roca ¡lloró! ¡con hipidos!, luego decía que no, que se había atragantado con un caramelo... Una noche de lujo para todos. El teatro entero de pie. Gracias por acordarse alguna vez de las madres, que por mal que lo hagamos, dejamos la vida en hacerlo bien. Me ha quedado un buen sabor de boca gracias a esta función.</span>

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  12. Begoña Salinas Huerta19 de mayo de 2010, 14:55:00 CEST

    <span>
    <p><span><span><span><span> </span></span><span>Llegué a ver la última función por los pelos. No había butacas, pero dos señoras mayores devolvieron sus entradas por una torcedura de tobillo, y yo, que me había quedado a esperar a mi novio (que llegó tarde como siempre, pero esta vez acertó, porque al esperarlo, pude hacerme con las entradas) fui la beneficiada de tanta mala suerte ajena. Es sencillamente acojonante la función. Los actores son de otro mundo, nunca nadie me introdujo en una historia como ese hombre; y ella: era ¡mi mamá!, ¡y mi abuela también! Solá y Oteyza son dos actores cuyos nombres deberían figurar en la gran muralla china, ja, ja, ja… como en la obra el que escribió -pinta a tu madre y pintarás el mundo-, y si no han de estar allí, mi corazón es ya para ellos la más grande de las murallas. Fantástica tarde. Y Paco, mi niño grande, mi novio de siempre, sigue hoy con los ojos que se le llenan de lágrimas cada dos por tres, porque perdió a su mami hace nada, y le han quedado cosas por decirle. Ojalá todo el teatro fuera así, tan simple, tan intenso, tan profundo y tan vital. Y la sala es muy bonita y cómoda, y está impecable, lo que es mucho decir. No la conocía. La recomiendo, y a esa función le deseo laaaaargaaa viiiidaaaaa!!!! Bego</span></span></span>
    </p></span>

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  13. <p><span><span>Porque una madre es una madre</span></span>
    </p><p><span>Nada más cierto que <span>una madre</span> quiera explicárselo todo, todo, todo, a su <span>hijo de once años</span>, incluso aquellas cosas que no entiende pero de las que sabe cómo hacerse la <span>escurridiza</span> para dejarle satisfecho. </span><span>Así es la madre de “<span>Por el placer de volver a verla</span>” de <span>Michel Tremblay</span>, una cosa tan asombrosamente tierna que da pena que se vaya del escenario y se convierta de nuevo en <span>Blanca Oteyza</span>.</span>
    </p><p><span><span>En esta obra se tiene en cuenta sólo lo que es más auténtico en el hombre, esa pasión por amar de verdad.</span></span>
    </p><p><span>Tremblay nos lleva a un punto donde <span>todos convergemos</span>: la madre es <span>insustituible</span>, no por unas virtudes específicas sino por ese lazo invisible de <span>pertenencia</span> con su hijo, que el parto no logró desligar. Solá y Oteyza son la pareja de actores más importante del <span>panorama iberoamericano</span>. Solá tiene tanta verdad en el arranque de la obra que rompe la ligera membrana de la <span>magia</span> que separa el arte de la realidad.</span>
    </p><p><span>El espectador se <span>ríe</span> con esta comedia de verdades no tanto por las muescas de humor de la obra, sino por la <span>verosimilitud</span> en la interpretación de los actores. <span>Anna Caballé</span> cuenta que el escritor <span>Albert Cohen</span> se desesperó cuando su madre murió en <span>Marsella</span> bajo la ocupación <span>nazi</span>, mientras él estaba inmovilizado en Londres. Como no puede acompañarla en sus últimos momentos, escribe “<span>El libro de mi madre</span>”, donde vuelca todo su desconsuelo por la pérdida. En cambio, Tremblay nos puede <span>traer</span> <span>de nuevo</span> a la madre fallecida, gracias al sortilegio del teatro.</span>
    </p><p><span>La obra acaba de terminar funciones en <span>Madrid</span> y empieza a hacer “<span>bolos</span>” por toda <span>España</span>, atentos.</span>
    </p><p><span>Agustín Guzmán del [...]

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  14. <span>

    <span>Lola Gómez de Kallejeo estuvo en el Auditorio de Valdepeñas, el viernes 13 de Mayo, viendo la obra de teatro "Por el placer de volver a verla", y escribió cosas como éstas. "L</span><span>os diálogos, sacados de la propia realidad, incluyen una espiral de sentimientos que mantienen al espectador en un continuo ir y venir de emociones..." "<span>Escenas que te hacen emocionar, reír y empatizar con las vidas, historias y sentimientos de los protagonistas." "Es una historia emocionante, cercana y para todos los públicos." "</span></span><span>En el escenario dos grandes actores, Miguel Ángel Solá y Blanca Oteyza. </span><span><span><span>Miguel Ángel Solá está esplendido en su papel de autor teatral e hijo, y Blanca llena el escenario con su actuación, lo ilumina..." </span></span></span><span><span><span> </span></span></span><span>Es una pequeña gran obra que habla de cuando "alguien está lleno de alguien y cómo lo demás da igual"...</span>




    <span>Me marché pensando: "hay que disfrutar de cada momento que vivamos con las  personas a la que amamos, para que cuando no estén sintamos que han llenado nuestras vidas con lo mejor de las suyas".  </span><span>Me quedé con el placer de querer volver a verla." </span>
    <span>Yo tuve el placer y la emoción de verla el sábado 14 en el Gran Teatro de Manzanares. Nos cubrieron de emociones y aplaudimos de pie, pero no éramos más de ochenta espectadores. Sentí rabia y pena por nosotros. No sabemos querer lo que nos hace bien. No respondemos al bien, por eso nos va tan mal. Mi enhorabuena más rotunda para esta función, y, a pesar de Manzanares, no os olvidéis de Manzanares; los que estuvimos, no os olvidaremos.</span>
    <p><span> </span>



    </p></span>

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  15. <span><span>A mi madre la quiero con toda mi alma. Acabo de ver la función, y con toda mi alma digo que así quiero a mi madre. Y que soy feliz de haber venido al teatro por primera vez en muchos años, hoy, en Torrelodones. Y que entre ese mar de gente con la emoción suelta como yo, en lo único que pude pensar es en mi madre y en lo que le he hecho sufrir y en las alegrías que le he dado. Y que, aquí en casa, sigo besando su foto. Madre mía de mi corazón, te adoro.</span></span>

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  16. <span>Por favor, lo que he escrito sobre mi madre y la obra es mío, no de Chechu. Es que lo he mandado sin borrar el nombre que estaba ya escrito tras la palabra "de", pero lo repito para que no os quepa ninguna duda (disculpa, Chechu, por usar tu nombre sin quererlo). Venga, ahí va:</span>
    <span><span><span>A mi madre la quiero con toda mi alma. Acabo de ver la función, y con toda mi alma digo que así quiero a mi madre. Y que soy feliz de haber venido al teatro por primera vez en muchos años, hoy, en Torrelodones. Y que entre ese mar de gente con la emoción suelta como yo, en lo único que pude pensar es en mi madre y en lo que le he hecho sufrir y en las alegrías que le he dado. Y que, aquí en casa, sigo besando su foto. Madre mía de mi corazón, te adoro. </span></span></span>
    <span><span><span>Y agrego: ayer estuve besando tanto su foto, que rejuveneció. Es broma, pero si pudiera hacer como el autor de esa obra que le inventa el final que quiere, no el de la realidad, le rebajaría treinta años para que se sintiera joven, feliz y hermana mía, además de mi madre</span></span></span>
    <span></span>
    <span></span>

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  17. <span>Merece el éxito apabullante que tiene. Alivia el alma. Da amor. Dan ganas de abrazar a esos dos actores para ver si la calidez que demuestran es contagiosa. La obra es entrañable, delicada, profunda, sencilla, deliciosa; es una metáfora envolvente del sueño realizado, del coraje puesto en los sentimientos más auténticos. ¡Seres que no pasan facturas para convivir! ¡Seres pequeños como los seres pequeños que somos cuidando del amor, del tan depreciado amor! ¡Los hay! ¡Los habemos, claro que sí! Cien puntos. la veré otra vez.
    </span>

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  18. <span>
    <p>Acostumbrados como estamos al estrépito del insulto, el menosprecio, la traición admitida como normalidad, la mentira, la perversidad, la política del reírse del disminuido, del pobre, del más pequeño, del menos fuerte, puede parecer hasta antigua, Por el placer de volver a verla, una obra de televisión en blanco y negro, o con censura. Pero lo público y lo privado revisten ciertas sorpresas. En el ámbito privado, mi vida, hasta los veinte y pocos, se desarrolló entre seres más parecidos a los de la obra que a los de la realidad televisiva. Seres de carne y hueso y corazón y besos y achuchones. Seres del alma. Y el problema es ése: esta función transcurre en el terreno de la felicidad compartida. Nadie pelea aquí para ocupar un espacio que no le pertenece, por trepar a una fama inmerecida, ni recibir un premio a la nadería. No hay amenazas, ni amedrentamientos, ni imposiciones, ni salvajadas ‘normales’. Ni en el principio, ni en el medio, ni en el fin de la obra, suceden las horrorosas ‘normalidades’ con las que la vida nos despierta y duerme todos los días, aplicándoles un código de atenuantes dentro de la “norma normal” a seguir. Aquí ganan todos, los personajes y los espectadores; dije: ganamos todos. ¿En qué? En comprensión. No hemos vivido en vano. Hay obras de teatro en las que se te obliga a pensar, y hay obras de teatro en las que se te obliga a no pensar. De este último tipo podemos distinguir las que no te dan nada a cambio de las que, a cambio de no pensar, te ofrecen actividad emocional, y esa actividad emocional tiñe el todo de sensaciones inexplicables. En el momento, inexplicables. Te remueves por dentro, presintiendo, intuyendo, liberando cargas, yendo hacia donde van los que cuentan la obra. Luego, al terminar, cuesta decir algo de ella. Aplaudes, suspiras, tragas sal, sonríes bobamente. El mundo enorme de las cosas pequeñas se evidencia de tal manera, que pagarías por estar sola. Algo pasó, algo sigue estando. Yo no sé exactamente qué me sucedió con Por el placer de volver a verla. Estuve allí, pero no era yo hoy, sino yo en un tiempo en que creía en Dios, y en la hadas, y en el amor a toda prueba. El tiempo me borró a toda la familia y tuve que aprender a creer de otra manera. A eso se le llama crecer. Cambié comidas, bebidas, lecturas, hábitos, me enredé en tantas cosas que la vida terminó siendo otra a la fuerza. He vivido esa vida muy bien, no me quejo. Pero apareció Por el placer de volver a verla, y volvió mi blanco y negro. Nostalgia. Ha sido eso. Me envolvió la nostalgia. Y la necesidad de recuperar ese tiempo feliz e innombrable de Isabel y amigarlo con esta Isabel que soy hoy. Nostalgia y ganas de escribir. Disculpar. Isabel.
    </p></span>

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  19. <span><span><span>La Tribuna</span><span> de Toledo</span></span><span>Crítica. Teatro.</span><span>13/06/2010</span><span><span>El placer fue mutuo</span></span><span><span><span>Por Cristina Martínez</span></span></span>

    <span>Hacía tiempo que la que justo arriba firma no reía y lloraba -casi al mismo tiempo- sentada en la butaca de un teatro. Hacía tiempo que no contemplaba un montaje en el que los sentimientos jugaran con tanta facilidad, en el que los tiempos se sucedieran en el momento, sin ensayos ni mediciones. La pieza ‘Por el placer de volver a verla’ fue la causa de tan controvertida recepción porque de la carcajada se pasaba al nudo en la garganta como quien anda sin conciencia. Magistralmente interpretada por Miguel Ángel Solá y Blanca Oteyza, la versión realizada de la obra de Michel Tremblay es digna de tener en cuenta en cualquier lista de aficionado al teatro que se preste. Porque es esencial, entrañable, emotiva, divertida, fresca y nostálgica. Pero, ante todo, reflexiva. Reflexiva como debiera ser el teatro. Y puesto que el autor es actor y ambos están vestidos en la piel del actor argentino, se entreteje la vida, lo cotidiano, la literatura, las musas y, claro está, el teatro. Todo para instar al placer de volver a ver a la persona ausente, a la persona amada. En este caso a la madre nunca olvida y presente en la realidad del hijo a cada momento. Se ríe, se piensa, se escucha y se llora. Y se hace con el mayor de los placeres, con la mayor de las complicidades. Porque una madre es, cuenta el escritor-actor-maestro de orquesta, universal, única, dramática, divertida y original. Porque un hijo es irritante, rebelde y conquistador. Porque las relaciones entre madres e hijos/as es tan irrepetible y, a la vez, tan cotidiana que es imposible volverse de espaldas. Y así la obra funciona como un reloj y evoca en cada receptor los sentimientos más contradictorios, como lo son estas relaciones. A veces divertidas, otras desesperantes, a ratos insistentes... La realidad de las casas, de la infancia, de las tías y las comidas semanales, las preguntas incontestables, la paciencia compartida, secuencias exhibidas, sobre la escena, con una frescura en la que no faltan los momentos de reflexión comunitaria ni los instantes de silencio. Quizá no funcione igual con otra pareja de actores, ni con otro director que no sea Manuel González Gil, pero seguro que funciona siempre a las mil maravillas con distintos públicos. Por lo que la fórmula se sustenta, y justo es aclararlo, en un equipo que sabe de lo que habla cuando habla de escena y de palabra.
    Fue un placer para los presentes y un inmenso honor haber conocido a la madre </span>
    <span>-como la madre de los presentes- de un autor que encontró su musa entre sábanas tendidas, bancos al atardecer y lunas de media noche. Por una noche ganó el teatro, y fue en el Rojas. Ya lo auspiciaba Miguel Ángel Solá al inicio de la obra.   </span>
    Esto pasó en Toledo, teatro a tope y en pie, y un aplauso y una ovación que los actores tardarán diez baños en despegárselos de la piel. Fantástica noche, amigos. Miranda
    </span>

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  20. <span>Lo hallé en un blog de El Diario Montañés. Me encantó. Quique.
    WWW.ESCONDIDOENTREBAMBALINAS.TK Y WWW.PERIODISMO21.TK </span>
    <span>`POR EL PLACER DE VOLVER A VERLA´: LA PALABRA HECHA EMOCIÓN</span>
    <span>Hablemos de teatro. Hablemos de emociones. Hablemos de buenos actores. Hablemos de un texto tierno, amable y de una sencillez extraordinaria. Hablemos de un espectáculo `desnudo´ en el que solo son protagonistas el texto, los actores y el público expectante que desea seguir viviendo las vidas de otros. Todo eso es Por el Placer de Volver a Verla, un montaje que vuelve a reunir en escena a esa pareja formada por Miguel Ángel Solá y Blanca Oteyza que tantas alegrías dio a la espectadores españoles y argentinos hace unas cuantas temporadas.
    ¿De qué trata este reencuentro? Trata de un autor de teatro que decide evocar a su madre desaparecida en su nueva pieza teatral. Así, podemos conocer como era la relación entre esta madre y este hijo a lo largo de los años.
    Solá brilla en escena encarnando a este hombre que quiere revivir el mayor amor de su vida: su madre. Una madre que encarna Blanca Oteyza en el que quizás sea su mejor trabajo visto tanto en cine, teatro como televisión en España. Sorprende la versatilidad que la lleva de la pasión por el teatro al amor por su hijo y los recuerdos de lo que pudo haber sido en su último aliento. Sin duda alguna, encarnan una pareja escénica de excepción como pocas veces se puede ver en escena.
    El texto transita por las emociones vitales. De la risa al llanto hay solo un paso. La delicada línea que separa la vida de la muerte. El público se entrega ante un texto que toca la fibra sensible de un público deseoso de experimentar, de vivir otras realidades paralelas como son las que nos plantea el teatro. La escenografía, muy correcta y minimalista, la dirección a cargo de Manuel González Gil o la iluminación son otros de los puntos fuertes de la función.
    LO MEJOR: LA VERDAD DE SOLÁ Y OTEYZA EN ESCENA
    LO PEOR: NO SABRÍA PONERLE MUCHAS PEGAS
    VALORACIÓN :* ****
    CARLOS RIVERA DÍAZ</span>
    <span></span> 

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  21. <span>
    <p><span><span><span>Todavía resuenan en mí la emoción y admiración por la función que disfruté en Santander. De vez en cuando miraba al público y más me convencía de lo que siempre he pensado: es el racimo de gente el que hace que el teatro se convierta en una especie de templo y en una experiencia espiritual. Nos sentía en una misma sintonía, en un mismo núcleo de espíritu y energía, y recorriendo los caminos que los actores nos invitaban a conocer, atentos a lo que ellos tenían que contarnos, invitándonos a despegar la mirada del propio ombligo. Porque eso es lo que logran: una vivencia colectiva, intuitiva, emotiva y sana. Creo que de eso se trata; estamos tan enfermos de nuestra propia historia que no confiamos el alma a nada ni a nadie. Pero esta obra lo señala, lo deja en evidencia, y hace que abramos el alma y la conciencia, y es por eso que hasta el cuerpo de uno se alivia en el momento en que Nana acepta su nuevo final -el de aceptar cada noche un final de no dolor, de no angustia, de no enfermedad que mata- conciente de los aplausos que se le brindan y vibrando en la luz final porque en veinticuatro horas le ha de ocurrir algo parecido.<span>  </span>¡Qué solos y ansiosos deben sentirse esos dos personajes en los días de descanso de la compañía, y qué necesitados de nosotros, el público, para que el rito se repita! Señora Oteyza, señor Solá: cuanta más luz se genera más sombras se atraen, y, seguramente más de uno les mirará torcido<span>  </span>y, quizás, ni quienes les aplaudimos seamos concientes de lo que está sucediéndonos en el momento de la función y cómo nos ha afectado con el correr del tiempo. A mí, que les admiro desde hace tanto, me llevó varios días poder comprender cuánto me había afectado y transformado esa historia que se escapa como agua entre las manos del conciente, pero que se deposita para siempre en la piedra basal de la memoria. Espero no haberles aburrido; simplemente me surgió esto al saber que ellos trabajarían en mi ciudad. Ya tengo mis butacas para el día 10. No esperaré a la salida por autógrafos, pero les querré siempre. <span> Fer.</span></span></span></span>
    </p></span>

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  22. <span>Es una maravilla de obra. El Teatre Borràs llevaba mucho tiempo sin traernos algo tan bonito y tan conmovedor. Y la pareja de actores, como en Adán y Eva, resulta extraordinaria. Enhorabuena</span>

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  23. <span>Sois lo mejor de lo mejor, que no os duela que el Borrás no haya estado al completo, porque es mala época la que habéis elegido, muy mala; volved en octubre y os soprenderá la cantidad de público rendido a vuestro arte. Mil besos y todo mi respeto y admiración. Y mis risas y mis lárimas y mis bravos. Belén Hermida. </span>
    <span></span>

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  24. <span>

    <span>
    Es verdad que sois la pera. Y es verdad también que la época ha sido la peor. Volved. No os perdáis la otra Barcelona. Vale la pena. Ofelia</span>

    </span>

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  25. <span><span>
    Muy buena. Para ir con toda la familia y disfrutar como no se suele disfrutar en el teatro. Dos actores como la copa de un pino y el texto delicioso y conmovedor. Ríes y lloras y sientes muchas cosas íntimas y entrañables que creías olvidadas. Esperanza</span>


    </span>

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  26. <span>

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    <span></span>
    <span>
    ¡¡¡¡¡¡¡Genios!!!!! Nos regustó. ¡Qué ganas de hablar conla vieja y decirle que me muero por verla y gastarla a besos, me han dado! Vuelvan a Argentina que allá necesitamos gente como ustedes y se los extraña mucho. ¡Vuelvan! Marcelo y siete más que los aman.</span>


    </span>

    </span>

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  27. <span> 

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    <span></span>
    <span>
    Nos encantó. Es sencilla y enorme. Te queda dentro. Te hace pensar mucho pero luego, y durante: te llena de cosas propias. Nos encantó. No dudo en recomendarla a todos. Patricia</span></span>
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  28. <span>

    <span><span>
    Es una obra deliciosa, y sus actores son, para mí, los más grandes del teatro de las sensaciones y del festejo de las emociones, tan empobrecidas éstas por esa desagradable realidad a la que nos empujan sin ningún escrúpulo los medios de comunicación. He ido a verla con dos de mis tres hijos, porque quería que vieran en acción a los actores de la obra maestra que ha sido El Diario de Adán y Eva, de Mark Twain, y nuestra noche ha sido completa, felices, unidos y queriéndonos como siempre, pero más. La recomiendo desde el corazón. Nos dan oxígeno, nos ayudan a respirar. Lola</span></span>
    </span>

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  29. <span><span><span>Magnífica. No tengo palabras. La he recomendado a todos mis conocidos. Magnífica, repito. Para ellos, se desprende de sus entevistas, somos personas ávidas de sentir, pensar y soñar. Y lo han demostrado ya con Adán y Eva y ahora con ésta. Y eso no tiene precio. Ir, por favor. Juan Ramón </span>


    </span>


    </span>

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  30. <span>Recuerdo una frase de la madre en la escena final: "¿Por qué tanta angustia, si todo ha sido ganancia?, la obra está poblada de esas formas de belleza, llenas de luz que reivindican lo vivido, lo compartido, la elección que se ha hecho de ella. Preciosa función para todos, no creo que alguien de buena entraña pueda resistírsele. Yo la recomiendo.<img></img>En qué estás pensando...?</span>

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  31. <span>

    <span>Es muy buena, sí. También la recomiendo</span>
    </span>

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  32. <span><span>Lo mejor de lo mejor para disfrutar. La he visto en el Teatro Borràs de Barcelona. Recuerdo el nudo en la garganta, recuerdo las risas, recuerdo la ternura de esa relación, recuerdo sus encuentros y desencuentros, recuerdo el dolor de ambos en la escena antes de finalizar la función, y me recuerdo recordándome y a mi madre. Todo a un tiempo, como eso que introduces en la vida a velocidad de rayo, pero en años. Me vi niña y me vi madre. Me llevaron de la mano a través de la niebla de la magia. ¿Que si la recomiendo? Vamos, hombre, la obligaría, pero eso no se puede ni se debe. Ir a verla por el placer de verla. Yo os animo. Elena</span></span>

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  33. <span><span>Es una maravilla de función. Volveré a verla con mis hijos a ver si se les pega algo. Susu</span></span>

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  34. <span><span>Es una obra especial, sí. A mi mujer le encantó, a mí me gustaron los actores, pero el tema me removió cosas que estaban atadas y bien atadas, y si no tengo tiempo de pensarlas bien, me amargan. Ale</span></span>

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  35. <span>

    <span>

    <span>Como Juan Ramón os digo: magnífica, no tengo más palabras. Ir a verla. Leonor.</span>
    </span>
    </span>

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  36. <span>Esta obra es para quienes recordar no es un dolor sino un acto de justicia. Ricard</span>

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  37. <span>Es la obra. Por buena, porque a todos nos sirve sentirnos más cerca de lo que nos ayudó a, pese a todo, ser buena gente. Hablo de la buena gente y por la buena gente. No de toda la gente, porque hay quien ha decidido no serlo. Para ellos no es esta función. No debería serlo. A veces, el cordón sanitario es necesario y plenamente justificado. Mi cariño incondicional a quienes nos han dado Adán y Eva y Por el placer de volver a verla. Graciela Bergès Alfaro.</span>

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  38. Ya vale de SPAM ¿No? La obra es muy buena, de acuerdo pero no hay que estar machacando desde la misma IP para hacer publicidad. Si tan aficionado eres al teatro, supongo que habrás visto algún espectáculo más y seguro que estará también recogido en algún post de EPM así que ejerce de crítico y cuéntanos algo, plis.

    Al final voy a empezar a pensar que la obra será muy buena pero que el/los apologistas de la misma son unos PLASTAS.
    *DONT_KNOW*

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  39. No entiendo por qué queréis que hablemos de otro espectáculo en esta página dedicada a Por el placer de volver a verla, ¿no os basta que digamos aquello que nos gusta con la alegría y profundidad que lo hacen muchos aquí? ¿Cómo se os ocurre cometer la imprudencia de llamarnos apologistas, reconociendo vosotros mismos que la obra es muy buena, apologistas? Somos vuestros lectores. ¿Nos estáis diciendo qué cosa al llamarnos apologistas, apologistas? ¿Que no os leamos? ¿que no nos necesitáis? Vi la obra en Barcelona y dejé este mensaje: Oteyza está que se sale, y él es un rey. La obra es para llevársela con una a su casa y sentar a todos para que la vean una y otra vez, a ver si logramos un algo de respeto y cariño en vida, nosotras, las inaguantables brujas del hogar. ¿Os parece mal? Hay una veintena de páginas dedicadas a esta función, y, en todas, exceptuando algún gracioso fuera de lugar, la gente deja sentimientos o pensamientos del tenor que se encuentran aquí. Si no os parece indecoroso, ni cosa de apologistas, continuaremos opinando aquí lo que nos plazca, de lo contrario dejarnos en paz sin rectorías, que somos grandes tengamos las edades que tengamos, y no necesitamos que se nos obsequie un capón por llenar de cariño vuestra, casi nuestra, pero no tanto según el señor Martín Gala, página elegida. Charo.

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  40. <span><span>No entiendo por qué queréis que hablemos de otro espectáculo en esta página dedicada a Por el placer de volver a verla, </span></span>

    <span><span>¿no os basta que digamos aquello que nos gusta con la alegría y profundidad que lo hacen muchos aquí? ¿Cómo se os ocurre cometer la imprudencia de llamarnos apologistas, reconociendo vosotros mismos que la obra es muy buena, apologistas? </span></span>

    <span><span>Somos vuestros lectores. ¿Nos estáis diciendo qué cosa al llamarnos apologistas, apologistas? ¿Que no os leamos? ¿que no nos necesitáis? Vi la obra en Barcelona y dejé este mensaje: Oteyza está que se sale, y él es un rey. La obra es para llevársela con una a su casa y sentar a todos para que la vean una y otra vez, a ver si logramos un algo de respeto y cariño en vida, nosotras, las inaguantables brujas del hogar. </span></span>

    <span><span>¿Os parece mal? </span></span>

    <span><span>Hay una veintena de páginas dedicadas a esta función, y, en todas, exceptuando algún gracioso fuera de lugar, la gente deja sentimientos o pensamientos del tenor que se encuentran aquí. Si no os parece </span> <span>indecoroso, ni cosa de apologistas, continuaremos opinando aquí lo que nos plazca, de lo contrario dejarnos en paz sin rectorías, que somos grandes tengamos las edades que tengamos, y no necesitamos que se nos obsequie un capón por llenar de cariño vuestra, casi nuestra, pero no tanto según el señor Martín Gala, página elegida.</span></span>

    <span><span>Charo.</span></span>

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  41. Charo, todos los comentarios son siempre bien recibidos.

    Lo que critica Martingala (y con razón) es que desde la misma IP (un dato que sólo conocen los administradores del blog) se hayan producido tantos comentarios consecutivos y en el mismo sentido.

    Es cierto que desde un mismo ordenador pueden escribir varias personas, pero cuando Graciela, Ricard, Leonor, Alejandro, Susu, Elena, Pastor, Lis... escriben desde el mismo ordenador todo hace pensar que se trata de una sola persona que escribe comentarios favorables a la obra sin hacerle ningún favor.

    ... o a lo mejor estamos equivocados y se trata de un "ciber" de aficionados al teatro.

    :) :) ;)

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  42. Gracias Aalto por contestar a Charo, Graciela, Ricard, Leonor, Alejandro, Susu, Elena, Pastor, Lis.... Ayer lo intenté yo pero, aunque veía el anuncio de su nuevo comentario en la barra lateral de la Pag. Ppal. del Blog, cuando entraba en el post no aparecía, cosas del JS-Kit, supongo.

    Graciela, Ricard, Leonor, Alejandro, Susu, Elena, Pastor, Lis, Charo, etc... os ruego que me perdonéis si, como apunta Aalto, escribís todos desde un "cíber" de aficionados al teatro, pero, si como se puede sospechar, sois la misma persona con diferentes nombres ensalzando desde el mismo ordenador las bondades de un producto, lo que estás/áis haciendo tiene un nombre: SPAM.

    Nadie pone en duda las maravillas de ese espectáculo ni la destreza de sus intérpretes así como tampoco vuestra sana intención, pero deberiais entender sin ambages que tantos comentarios en un mismo sentido y con idéntico estilo más que beneficiar acaban por perjudicar aunque sólo por cansancio y que el primer aroma a apología(*) de los comentarios se convierte en olor cuando son tan numerosos.

    Saludos.

    (*) "Discurso o escrito en alabanza o defensa de personas o cosas"

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  43. <span>No nos agrada que llaméis plastas a quienes no os lastiman de ninguna manera. No nos agrada que nos echéis por las malas de un lugar que nos gusta, o que penséis mal, porque sí de lo que decir y desde donde decirlo, porque yo, por ejemplo he escrito seis mensajes copiados de otras webs, que complementan el sentir de muchos, solamente porque me han parecido muy bien escritos y dignos de estar aquí. Pero que partan de aquí acusaciones feas o sospechas de no sé qué, no me parece sano entre gente que aparenta ser normal. Quizás esos comentarios no debían estar aquí, y os pido disculpas por invadir lo que creí era territorio caminable. Hoy he encontrado otro, y os lo mando, pero ya no desde mi ordenador. Es de Anna Barjau, y quizás no os venga en gana publicarlo por venir de una plasta apologista. Lis</span>
    <span>


    </span>

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  44. <span> </span>
    <p><span><span>Colores de un gran amor.</span></span><span><span> </span></span><span><span>Anna Barjau</span></span>
    </p><p><span><span>Dos únicos personajes, con toda una obra para brindarse el uno al otro. Nana -Blanca Oteyza-, es, a la vez, el motivo del amor y de la nostalgia del otro y madre de Miguel -Solá-, el escritor teatral en busca de un tiempo pasado que no debe perderse. </span></span>
    </p><p><span><span>Ella, reconoce él, ha sido su impulso hacia una manera de vivir, y es hoy su inspiración. Y va a contar el por qué, contándose a sí mismo y haciendo que ella se cuente. Ella, su madre, fue quien le enseñó a amar la lectura y el teatro. </span></span>
    </p><p><span><span>Nada por aquí, nada por allá (como en 'El zoológico de cristal', pero con humildad y dicha), y de su manga de escritor ya consagrado, sale un único as, el del triunfo: ese que le regaló la vida por parto y por palabras. </span></span><span><span>Así de sencillo. </span></span><span><span>De ahí en más, la alegría de ser diferentes se adueña del escenario. Y de la platea. </span></span>
    </p><p><span><span>Nuevamente bajo la dirección exquisita del también autor Manuel González Gil (Hoy: 'El diario de Adán y Eva, de Mark Twain'), estos enormes actores nos ofrecen deliciosos fragmentos rescatados de la vida compartida por el propio dramaturgo y su madre. </span></span>
    </p><p><span><span>Teatro dentro del teatro, dicen algunos, vida dentro de la vida, digo yo. </span></span><span><span>‘Por el placer de volver a verla’ nos presenta a un autor feliz de retorcerle el brazo a la mala muerte, y a una madre extremadamente fantasiosa -para que la vida no le doliera tanto, la excusa Tremblay-, y excesiva («hay razones que el corazón no entiende», excusaba a su vez don Shakespeare a los emocionales, y Nana es un ejemplo ejemplar) en su desaforada manera de 'educar' al niño, tratar de 'contener' al adolescente, o 'ubicar' al nunca adulto Miguel. De esos diálogos, y por eso mismo, surge la risa franca del espectador, y, debido a otras situaciones, que no debo desvelar, la lágrima, tan franca como la risa. </span></span>
    </p><p><span><span>Nana es un poderoso imán, un delirio singular, un amoroso estado maternal en el que todo vale -menos el desprecio, la agresión, la indiferencia y la falta de respeto- para alejar el miedo de ser madre, que es la madre de todos los miedos. Nana es una madre casi como todas las madres, aunque con un plus de excepcionalidad porque su hijo, la ‘resucita’ transformándola en personaje. Miguel no hace de Dios, pero propone, a través del teatro, rectificar ese error de Dios al habérsela llevado así, («Quiero irme como viví y no puedo. ¿Por qué esta angustia si todo ha sido ganancia?»), tan en sombras, a ella, que era toda luz. En esta función no se hallarán rastros de conflictos, desgarros ni tragedias; sí vitales sentimientos, retazos del alma [...]

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  45. <span>

    <span>Abrígate, no fumes tanto, no bebas de más, llámame en cuanto llegues, dime quién va a acompañarte hasta casa luego, estudia, pon empeño, no metas los dedos en el toma corriente, ¡a comeerrrrr!!!!!, ¡¡es la quinta vez que lo repito.....!!!!. Todo cobra sentido en la memoria porque somos memoria, difusa memoria enciclopédica. Mi madre ha sido en mi vida la única dueña de esas frases tantas veces repetidas por ella como ignoradas por mí. Cuánto me gustaría, hoy, escucharlas de su propia voz, no desde la tibia enciclopédica difusa memoria de la que hablaba, que persigue a tientas el recuerdo del timbre exacto de su son entre las brumas de ese reino al que van a resonar todas las voces que ya no se dejan oír aquí, las voces de los que ya no están. ¿Seré capaz de encontrarla entre tantas cuando yo tampoco esté? Tengo que volver a ver Por el placer de volver a verla porque no pude dejar de estar con ella, las escenas pasaban pero yo estaba con mi Nana, la que me repetía las cosas cinco, diez, mil veces, agotada, sin descanso. ¡Qué pesada, qué amorosa pesada, que milagro que me tocara a mi esa madre con esa voz, con ese tesón para quererme! ¿Dónde estará ahora? ¿Recordará ella mi voz? </span>
    <p><span> </span>

    </p></span>

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  46. <span>
    <p><span>Lamento haberte herido, amá, y a veces pienso que con haber dicho eso en su momento le hubiera ahorrado muchas canas. Esta obra me llenó de culpas por mala conciencia y por la impotencia de no poder remediar cosas que debieron haber resultado diferentes. Los actores muy bien y el público como en el Nirvana, pero, no dejo de pensar en mis errores y no puedo hacer nada para decirle te quiero ni lo siento ni te mentí ni dame otra oportunidad porque ahora sé qué y cuánto de mal te hice. En fin, que no, que me gustaría recomendarla pero que me la estoy pasando muy mal con la funcioncita de los cojones, perdón, me sale así. No soy justo, pero no se trata de eso, se trata de lo que me pasa por mi culpa, por haber metido el dedo en la minipimer. No dejo de pensar en ella y leer todo esto me duele. Celso. </span>
    </p></span>

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  47. <span>Pues viendo que no tienen otra forma de publicitarla que por medio del SPAM, se me han quitaro las ganas de ir a verla.
    </span>

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  48. <span>A mí también porque la vi tres veces y me encantó, pero ya basta. Eso sí: el spam no funciona conmigo, y en cuanto llega uno a mi correo lo elimino. Peor es el <span> que aparece continuamente aquí y que arruina y quita chicha a los escritos. ¡Qué chorrada, juzgar a la gente tan sólo porque le gusta algo bueno y lo difunde, con las cantidades de carroña que tragamos! A mí se me han quitado las ganas de seguir leyendo esta página que estaba tan llena de buena uva y bien escrita, porque ya veo que la estan tomando por asalto los mixtos. No vayas a verla Rodrigo, no se echará de menos tu falta de ganas; Por el placer de volver a verla no necesita que la publicite ningún spam, ni a tí para seguir siendo lo que es: un mega brain del corazón. Nacho </span></span>

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  49. <span>Una lección de vida. María Luisa.</span>

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  50. <span>
    <p>Buena representación donde prima el trabajo de los actores por encima de cualquier otra cosa. Cumple con los requisitos de una obra teatral donde pasas de la risa al llanto en cuestión de instantes. Emotiva, cercana y excelente. Gonzalo
    </p></span>

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  51. <span>Teatro, teatro y más teatro en el Rosalía. Sencillez y rigor sin superficialidades, con lo exactamente justo, la representación se crece por el ingenioso texto y la inteligencia, tanto de los actores para comunicar como del público para asimilar y responder. La corriente emocional que llegamos a sentir en esos cien minutos de obra gracias a la conjunción de estos elementos fue arrebatadora. Me entusiasmó ella. Y él. No es que sean cómplices, son un único árbol y tan diferentes. Me entusiasmaron, (soy actor y escritor, o lo pretendo desde hace muchos años sin desmayar) las reflexiones sobre el teatro, el espectador y los actores. Me entusiasmó el grado de influencia que logra directa e indirectamente esa madre sobre su hijo, con su machacón pensamiento casero cargado del milagroso ¡levántate y anda!. Me entusiasmó el relato del hijo, su capacidad de enternecernos, de despertar nuestras ganas de querer como se debe querer; y su osadía de imitar a su madre con el ¡levántate y anda! del que hablaba antes, en esa escena final (no quiero desvelar nada), que es categórica, que es el sello de la casa matriz, como en El diario de Adán y Eva la imagen final. Qué coraje le ponen estos tres nombres propios al teatro que hacen so riesgo de caerles cursis a los que saben tanto de todo. Yo tenía a uno de esos a mi izquierda que no aguantó ese final deseado, y que comentó: ¡buáh!, en un tono exagerado como para romper el encanto a su alrededor. Fue luego también el único de mi sector en no ponerse en pie, ni aplaudir, ni vivar el espectáculo. En cambio, para mí, poder darle un final así a quien se quiere con el alma es sencillamente transgresor. En una época que rechaza el poder del deseo de la poesía y que todo lo subordina al patético realismo que nos oprime como una puerta los dedos, para mí ese final, repito a gritos, es transgresor. Tras haber llorado de tristeza, me encontré secando mis lágrimas de alegría que son bien diferentes. ¿Qué importaba ese en definitiva pobre de espíritu que luchó a brazo partido por aburrirse, por aislarse, por negar toda nuestra felicidad y aprobación? Los actores son de otra escuela, de otra raza, de otra creencia, de otro trato. Saben conmover sin prepararse, sin forzar, sin técnica a la vista, como yo sueño llegar a actuar alguna vez. Todo les brota naturalmente y pulsan la tecla exacta del espectador entregado, y así pasa lo que pasa con sus obras. Y el director ha de ser un sabio. Salí apasionado una vez más por el teatro. Y mi novia pide que diga que daría su vida en este instante por dejar ese recuerdo en los hijos que aún no hemos tenido. ¡Qué bonito mi niña, lo más grande de este escrito! Julio </span>

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  52. Nos ha encantado la obra. La recomendamos a todos aquellos que como nosotras necesitamos del teatro para sentir, cosa que raramente se puede con el cine y la tele. Ellos son muy buenos y quizás me quede corta al elogiarlos tan secamente, pero no quiero caer en tópicos ni en adjetivos rimbombantes que se aplican a cualquier cosa. Repetiremos en Madrid pues en Santiago de Compostela vivimos una de las noches más redondas de teatro, cena y paseo. Gracias. 

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  53. Emocionada. Estoy emocionada por tanta dignidad escénica y porque me han apabullado desde la más profunda sencillez. Y porque me han devuelto ánimos y colmado de recuerdos y cariño. Y porque me han obligado a sentir la alegría de estar viva, cumpliendo mis sesenta y dos de la mejor de las maneras: viendo a dos colegas maravillosos sirviéndome una mesa repleta de ilusiones. Ourense no se olvidará de vosotros, ni yo, jamás. Berta 

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  54. Es una obra especial. Se sale de lo común. A mí me fascinó.

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  55. Excelente. Nos encantó a todos. Gracias.

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  56. Una obra muy agradable con dos actuaciones de excepción. Muy bonito plan. La recomendamos.

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  57. <span>Perdí a mi madre el 6 de enero pasado, los Reyes se llevaron el mejor regalo que había recibido en la vida. Fue algo muy rápido, afortunadamente sufrió un tránsito que firmaría yo sin dudarlo. Lo último que me dijo fue: te quiero, hija. Siempre me quiso, casi como la Nana de la obra, exagerada, caótica, de una sobre dimensión de las cosas y una inventiva inagotable, guapa, siempre arreglada, siempre de punta en blanco, siempre amable, a menos que algo o alguien amenazaran la seguridad de sus hijos. Somos tres, todos protegidos de la misma manera, pero yo he sido siempre un poco la mimada, la peque, la cachorra. Cuando se fue me quedó un vacío espacial en el corazón, la sensación de quedar flotando a la deriva, ingrávida. Calma, pero atónita, pasmada. La vida continuaba, o algo parecido que sin ella no era la vida conocida. Promedio la treintena y sé de la vida muchas cosas, pero aún no he podido sobreponerme a esa sensación, me falta suelo, me falta mi madre. Quizás sea pronto todavía. Fui a ver la obra sin saber de qué iba, de haberlo sabido no hubiese aceptado la invitación, pero, la vida es tan caja de sorpresas como el teatro. Me emocionó desde el comienzo hasta el final. Lloré como hacía mucho tiempo no lloraba, y reí de la misma manera y aplaudí a más no poder. La función me sacó un poco de ese estado catatónico que me envolvía y me ha hecho bien. Mi madre jamás podría haber estado mejor representada, y él es un ángel. Nada, que me lo he pasado como pocas veces, que me han devuelto mucha de la alegría que me faltaba, que el teatro no siempre es así pero que cuando es así pasa lo que pasa y algo cambia en tu vida o algo vuelve a tu vida. El teatro y los libros logran eso, cuando es teatro y cuando son libros. Gracias. Conchi.</span>

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  58. Muy buena. Me pareció muy tierna y muy necesaria, revive lo indispensable para cualquiera, el cariño, el afecto incondicional, esa protección de la que carecemos una vez echados a volar. Quien no aprendió a querer sin condiciones, no podrá enseñar a querer sin condiciones. Me encantó la interpretación, la música y el escenario prácticamente vacío pero lleno de vida. Lalia

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  59. <p><span>Buen teatro con pocos elementos escénicos. Texto fresco y natural. Nos cuenta una verdad que no suele ni mencionarse: la de las ilusiones y la del cariño compartido. Inmejorable interpretación. Brandon.</span></p>

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  60. Me encantó. Fui sola y me arrepiento de no haber compartido esta salida con mi madre. Qué bien la he pasado. Fenomenal.

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  61. Me pareció fantástica y no sólo a mí. había que ver a esos tiarrones de mis amigos lagrimeando y hablando de sus madres como si recién las descubrieran. Noche imborrable. Cova

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  62. ¡Bravo, bravo, bravo, bravísimo, bravo... Una noche de teatro feliz, por fin!

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  63. <p><span>Gracias por una noche tan deliciosa. </span></p>

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  64. <p><span>Muy buena, dan ganas de volver a verla. Te despierta cosas tristes pero son muchas más las bonitas, las tiernas, las que te gustaría seguir sintiendo siempre. Mi marido opina igual, Nos han transportado a tiempos en los que no teníamos que ganarnos la vida y estar permanentemente atiborrados de trabajo y pensamientos grises. Tiempos en los que la responsabilidad era de madre y padre. Ha sido una evocación con todas las letras. Seguro que volveremos. Marcia </span></p>

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  65. Fantásticos actores y muy bonita función, una noche perfecta.

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  66. Muy buena, la mejor que he visto este año y el anterior. Me encantaría conocer a Miguel Ángel Solá. ¿Alguien sabe si él enseña a actuar?

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  67. Buenísima. Son dos grandes. Llegué el martes pasado de Buenos Aires, y Madrid me parece una preciosidad y su gente muy atenta. Y el domingo fui a verlos porque hubiera sido un pecado perdérmelos. Lamento no haber viajado con la vieja porque es una obra para ella. La recordé tanto. Bueno: les deseo lo mejor porque son de lo mejor en todo.

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  68. Enhorabuena por la función, excelente función y grandes actores que sin ayuda de ornamentos hacen grande al teatro devolviéndole el sentido que generalmente pierde. Nos han revolcado en las emociones más puras tan sólo con su hacer. Toda mi familia (el mayor de 77 y la menor de 11) tuvimos una tarde de domingo inolvidable. Gracias Juan Bautista por su elogio a Madrid, espero que pueda disfrutarla a pleno. Hemos estado en la misma función. Emilio González Guinaga.

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  69. OK. Muy buena. Ella es impresionante y él es un actor diferente. La función también OK. Salimos encantados

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  70. Nos ha encantado. Es muy tierna, es muy buen plan para estos tiempos tan feos.

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  71. Muy buena. En Ávila han dejado un recuerdo incomparable. Ella es maravillosa, también él, pero ya le conocíamos. Y la función, entrañable para todos.

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  72. Gran actuación y una obra para ver más de una vez por la cantidad de sutilezas en juego. Ella es extraordinaria, no la había visto actuar antes. Mi enhorabuena. Ambos están que se salen y, repito, excelente función toda ella.

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  73. Muy buena. Mi madre salió encantada y también sus amigas. 

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  74. Extraordinaria actuación. La recomendaremos.

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  75. <p><span><span>La acción transcurre en el corazón del mundo que conocemos de memoria, me explicaba mi tío Jose, te ríes mucho como en la vida y derramas alguna lagrimilla de ternura, como cuando te regalé a Fito (mi compañero durante seis años hasta que se escapó), y luego volvemos a casa <span> </span>tan contentos y preparamos unos solomillos con una mixta de tomate, cebolla y lechuga. Pero, además nos quedamos en silencio tras una buena charla pensando en Clara (mi mamá y su hermana) y en la abuela (su mamá) y terminamos diciendo a la de una: ¡coño que han vivido una buena vida, poca, mucha, pero muy buena! Nos han querido y las hemos querido hasta decir basta. Y basta. Terminó el cuento. Luego, a dormir y sueñas con ellas también, una vez, no más, al día siguiente me cuentas el sueño y luego les prendemos una vela blanca para que descansen en paz y las seguimos recordando como lo mejor que nos dio la vida. Así es la función, y en cuanto cumplas los quince te voy a llevar a verla, que quiero que tu primera obra de teatro sea ésta. Cumplo el 20 de diciembre. Tío Jose lloró mucho durante la obra me dijo tía Amalia. Y ella también pero menos. No me gusta llorar pero quiero ir a verla. Yazmina.<span></span></span></span></p>

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  76. <span><span><span>
    <p><span> </span>
    </p><p><span>POR EL PLACER DE VOLVER A VERLA</span><span>. </span>
    </p><p>
    <span><span>  </span>Si Broadway hablara español, los luminosos con los nombres de Miguel Ángel Solá y Blanca Oteyza serían del tamaño XXL. Por suerte para nosotros la obra se representa en el teatro Amaya de Madrid después de haber recorrido con éxito gran parte del territorio nacional.

    <span>  </span>El autor de “Por el placer de volver a verla” es el canadiense Michel Tremblay y la obra es un magistral homenaje a la memoria de su madre. Utilizar un escenario para contar todo aquello que no le dijo en vida podría resultar un “pastelón” de no ser por el talento del autor que fabrica un texto lleno de aciertos. La dirección de Manuel González Gil y la interpretación de la pareja protagonista redondean una obra excelente.

    <span>  </span>Miguel Ángel Solá sale a escena en vaqueros y camisa azul que no se cambiará en toda la representación y se dirige a “la cuarta pared” como recurso narrativo enganchando al espectador desde el primer momento; salvo un buen texto, no necesita nada especial, es así de enorme. Puede hacernos creer que tiene once años, catorce, veinte… si se lo propusiera sería capaz de interpretar a Tarzán, Jane y la mona Chita y hacer perfectamente creíbles a los tres. Blanca Oteyza es esa madre a veces histérica, otras dulce, que encierra todas las madres en una. La madre amiga, compañera, cómplice y referente, como relación claramente edípica del autor. Su Nana es un bombón de papel, y ella, un marrón glacé de la escena.

    <span> </span><span> </span>La obra tiene todos los ingredientes para durar varios años como ya sucedió con “Adán y Eva”.

    Gracias "por el inmenso placer de volver a veros”. </span>
    </p><p><span><span>Publicado por </span></span><span><span>Pedro Rubio</span></span><span><span> </span></span><span><span>en <span>11:38 AM</span>.</span></span><span><span> </span></span><span>http://milleches.blogspot.com/2010/11/por-el-placer-de-volver-verla.html | </span>
    </p><p><span>Thursday, November 25, 2010</span>
    <span>
    <p> 
    </p></span></p></span>
    <p> 
    </p></span></span>
    <p> 

    </p><p> </p>

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  77. <p><span>POR EL PLACER DE REÍR Y LLORAR.</span>
    </p><p><span>El escritor y pensador canadiense Michel Tremblay firma una obra divertida y dramática que emocionará al espectador. </span>
    </p><p><span>Los dos actores encarnan admirablemente a sus personajes. </span>
    </p><p><span>A pesar de que Por el placer de volver a verla concitara la atención necesaria del público durante la pasada temporada para permanecer en cartel mucho más tiempo, un desafortunado accidente doméstico sufrido por Miguel Ángel Solá, coprotagonista de la obra, obligó a la compañía a reducir considerablemen­te el número de representaciones. </span>
    </p><p><span>Suficientemente recuperado ya para deslumbrar de nuevo al espectador con sus facultades interpretativas, el actor argentino vuelve ahora a meterse en la piel del que será, con toda probabilidad, uno de los grandes personajes de su carrera: un autor teatral que decide escribir y montar una obra con el único objetivo de homenajear a su madre, ya muerta, y poder recrear en la ficción la relación que tuvo con ella. </span>
    </p><p><span>El escritor y pensador canadiense Michel Tremblay firma una obra diver­tida y emotiva a partes iguales que, lejos de lo que a priori pudiera suponerse, no basa su desarrollo dramático en el esti­ramiento de las inevitables situaciones trágicas y afectivas, sino en la fidedigna y lógica evolución de una relación mater­no-filial que se nutre de cotidianidad y de interacción sostenida.</span>
    </p><p><span>Tremblay crea dos personajes, muy bien leídos por el director Manuel González Gil, que son la madre y el hijo por anto­nomasia. Y, en aras de esa universalidad, el autor teje una trama tan sencilla como impecable, en la que demuestra un domi­nio técnico en la construcción de los diá­logos, en la dosificación de los afectos y en la belleza de las reflexiones. Solá, como si fuera coser y cantar, interpreta el per­sonaje del autor, en una concatenación de escenas sin apenas transición, cuan­do es niño, cuando es adolescente y cuan­do es adulto. Verlo es una maravilla. Blanca Oteyza, por su parte, logra inte­grar admirablemente en su personaje todas las particularidades que definen a cada una de las madres que existen.</span>
    </p><p><span><span>El resultado que podemos disfrutar es una memorable función donde todos los espectadores -y son muchos los que aba­rrotan la sala cada día-, sean de la con­dición social que sean y tengan la edad que tengan, ríen, lloran y se emocionan profundamente; porque todos, de algu­na manera, se ven esa noche subidos al escenario.<span>  </span>Raúl Losánez.<span>  </span>LA GACETA.<span>  </span>Calificación: </span><span>* * * * *</span></span></p>

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  78. <span>Hola, quería transmitir al Teatro Amaya y por supuesto a los actores Miguel Ángel
    Solá y Blanca Oteyza mis felicitaciones por el resultado de la obra teatral
    Por el placer de volver a verla.  He tenido la suerte de llegar a verla en octubre gracias a que la volvisteis a representar y voy a tener la suerte de experimentar el placer de volver a verla y a verlos porque alargáis la representación hasta enero. Hay pocas cosas en la vida que te den tal sabor de boca como una buena obra de teatro, una buenísima interpretación y un mensaje hermoso y simplemente vital, como el de dicha obra: "alguien es único cuando crea en el otro el placer de volver a verle". Gracias por poner voz, gestos y espíritu a los personajes que durante una hora y media me han hecho, sencillamente, feliz. Saludos, Alicia </span>

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  79. Encontré, ¡en un teatro!, palabras que alimentan el sentido de la valía y la seguridad. Encontré también, en un momento de desasosiego en mi vida, que sentir amor es posible, y manifestarlo, aunque miremos para otro lado, aunque desde la tele los "humoristas" nos hayan enseñado a burlarnos malamente de todo, de cualquiera y así mezclar a todos en un mismo saco de basura. Vivimos un momento, sí, en que se promociona solamente lo peor de los mejores y lo mejor de los peores. Me alegra encontrar en esta página un lugar para contar que no somos pocos y que algunos nos animamos a expresarlo. Quedé marcada por la función y por descubrirme sintiendo, pese a lo mal que me he sentido en estos últimos meses. Vale la pena seguir. Selva.

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  80. Magnífica. Es una obra sobrecogedora y al mismo tiempo alegre, llena de vida. Bravo por los actores, el autor y el director, y, además, la música es formidable

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  81. <p><span><span><span>  </span>¿Has visto alguna vez una obra de teatro que te haya emocionado? Realmente, ¿la has visto? Pues si tu respuesta es quizás o alguna vez o incluso nunca, tengo una obra de teatro para recomendarte, una obra que considero imperdible tanto por su dinamismo escénico como por su elenco mínimo, formado por dos actores de primer nivel: Miguel Ángel Solá y Blanca Oteyza.
    <span>  </span>Pareja en la vida real, estos dos grandes actores, de facultades simbólicamente ambivalentes, nos regalan una hora y media del mejor teatro a través de pensamientos y emociones tan profundas como simples, de escenas inolvidables y risas incontenibles.
    <span>  </span>La historia, escrita por Michel Tremblay, gira en torno a un ya maduro dramaturgo que evoca a su madre, de quien guarda un hondo recuerdo. El actor nos muestra a su madre tal cual él mismo la vivió, como su verdadera fuente inspiradora en la vida, dueña de un fuerte carácter maternal y un sentido de la vida sensible y perceptivo. <span>           </span>Una mujer que le ha dado no sólo material para su carrera teatral. También ha sido trascendental como paradigma, por su conducta, por su vigor.
    <span>  </span>Conmovedores en el sentido literal de la palabra, Miguel Ángel Solá y Blanca Oteyza nos dan una señal magistral de los valores que manejamos a diario y que parecen disiparse en la rutina, de la importancia del diálogo con los integrantes de la familia, de lo mucho que cuesta crecer y de lo fundamental que es relacionarse con los otros para desarrollarse personalmente. Moviéndose por el escenario con la naturalidad propia de la experiencia, nos conceden el obsequio de la reflexión, de saber que nunca es tarde para hacer lo que alguna vez deseamos y decir lo que muchas veces tuvimos que callar. Y lo mejor de todo, que la obra sigue todavía en cartel y que seguramente será un placer volver a verla. </span></span>
    </p><p><span><span><span><span>  </span>Ignacio Vanini</span>. (La Tierra fugaz). November 2010.</span></span></p>

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  82. No tengo palabras. Todas, o casi todas las que he leído aquí dicen lo que yo diría. Entrañable, de haberse metido en mis entrañas y no haberlas abandonado desde el marte por la noche hasta hoy que he descubierto esta página. En Valencia no se ha visto espectáculo tan encantador, de encanto, de encantar, de fascinar, en mucho tiempo.

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  83. Estupenda lección de teatro y una función inolvidable. Mateo de Fuenlabrada.

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  84. <p><span>-Lo que no supimos decir nos dolerá eternamente y sólo el valor de un corazón abierto podrá librarnos de esta congoja. Nuestros encuentros en la vida don un momento fugaz que debemos aprovechar con la verdad de la palabra y la sutileza de los sentimientos-, escrito por Susana Tamaro en DONDE EL CORAZÓN TE LLEVE. Supongo que Tremblay quiere contarnos eso mismo con su obra, magnífica, inteligente, tierna, clara y bonita como pocas. Mi enhorabuena. Maga.</span></p>

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  85. <p><span>Una maravilla. Volvería a verla. Me emocionó hasta las lágrimas y reí como un crío. Félix.</span></p>

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  86. <p><span>Nos la habían recomendado mucho, pero vaya a saber por qué una se deja estar y no enciende los motores y pospone. No bajé a Madrid, pero acabo de verla con mi familia en El Escorial y es preciosa. Nos llenó la noche de cariño, lágrimas y risas. Qué ideal es que con tan poco puedan lograr tanto. Estas cosas no se borran, estos momentos que la vida nos da pasan a formar nuestro tesoro, y Por el placer de volver a verla es una obra llena de amor que tuvimos la felicidad de ver juntos para disfrutar de nosotros como pocas veces. Cecilia</span></p>

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  87. Vuelvo a insistir en que desde un mismo ordenador pueden escribir varias personas, pero cuando Cecilia, Felix, Maga, Mateo, Eduardo, Gloria...  esciben desde la misma IP (un dato que sólo conocen los administradores del blog), todo hace pensar que se trata de una sola persona que escribe comentarios favorables a la obra sin hacerle ningún favor. 

    Con alabanzas tan "falsas" hacia esta obra, lo único que conseguirán es que cualquiera que las lea desista de su idea de ir a verla.

    :( :( >:o

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  88. Nos pareció una pasada de fución. Esperanzadora, vital, noble. Los axtores también son una pasada. No los conocía ni de la tele ni del cine. Creo que es una obra que no voy a olvidar. Voy al teatro una vez por mes, lo que permite el bolsillo y para que no nos quiten las pocas alegrías que nos da la vida. Esta obra lo ha sido. Nos ha encantado. Y la recomendamos a todos..

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  89. <p><span>De pequeño mi madre me enseñó que en esta vida todo merece un esfuerzo, que nada viene por obra o gracia del espíritu santo, que en el futuro serás todo aquello por lo que estés dispuesto a luchar, que la familia es lo único que perdura y que el tiempo arrasa con el resto. Me advirtió que la gente viene y va, que hay que aprovechar el presente y sobretodo, que hay que querer, aprovechar cada momento y entender que los cambios vienen de forma tan intempestiva que apenas te da tiempo a saborearlos. Siempre me ha animado a soñar sin basarme en utopías, a buscar mi camino, luchar por lo que es mío y tener en cuenta que la satisfacción no sólo llega cuando se ha cumplido con las aspiraciones y deseos personales, sino también cuando se ha hecho feliz a los demás. Me ha acompañado durante todo mi proceso de maduración y ya ha advertido que siempre va a estar a mi lado.</span>
    </p><p><span>Por eso entiendo a Michel Tremblay, dramaturgo y escritor canadiense que realiza un retrato apasionado de su madre en “Por el placer de volver a verla”, una obra que se representa en el Teatro Amaya de Madrid desde el pasado 24 de Marzo. Voy a intentar contar poco sobre ella puesto que, en este caso, lo más recomendable es ir al teatro a verla y, si ya se ha visto, volver otra vez. Quizás se puede decir que sólo hay dos personajes en escena que se quieren dentro y fuera de las tablas, que hablan durante casi dos horas sobre las relaciones humanas y tienen el atrevimiento de meterse sutilmente en la personalidad y la conciencia del público. Uno de ellos es un escritor que vive prácticamente en la ficción, como tantos de nosotros, para no hacer frente a varias dudas, indefiniciones y a su propio proceso de madurez. El otro es Nana, la mujer más importante de su vida, que lo acompaña durante los diez años que narra la obra con admirable valentía.</span>
    </p><p><span>El texto de Tremblay es de una calidad narrativa impagable, explora las noticias que nunca vemos en los medios pero que existen, como la capacidad de soñar, la frustración, el amor y el olvido, a través de un discurso sobrio y definido que consigue que el espectador crezca viendo esta obra. La actriz Blanca Oteyza mantiene una interpretación rigurosa apoyándose en los cambios de vestuario, sus entradas y salidas del escenario y la interpretación exagerada que requiere su carácter. En mi opinión, su mayor mérito radica en haber universalizado su personaje, con el que consigue que se identifiquen todas las madres. Por otra parte, el actor argentino Miguel Ángel Solá pone el teatro a volar por encima del resto de la ciudad metido en la piel del escritor. Rara vez se puede asistir en el teatro al espectáculo de un actor como este, que mediante el contacto visual, los gestos y la voz, desprende un magnetismo que indaga de lleno en las frustraciones y la ambición de los que se sientan en el patio de butacas. Cómo extrañaba apasionarme por algo y dejarme llevar por un torrente interpretativo como este.</span>
    </p><p><span>La crítica ha alabado la obra pero también hay un grupo de detractores que argumenta falta de acción, personajes que no evolucionan y que acaban por convertir la representación en repetitiva y perfectamente calibrada. Pero incluso los que hablan de un teatro a medida para las masas reconocen la inaudita habilidad para controlar los sentimientos del público, que se entrega al torrente escénico de sus dos intérpretes. Podría decirse que durante la función Solá hace malabares con las emociones, en esta obra que ha sido calificada de pura inteligencia emocional.</span>
    </p><p><span>Domingo 10 de Abril de [...]

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  90. <p><span>No us perdeu “Por el placer de volver a verla”!
    La consigna és l'amor en «Por el placer de volver a verla», l'obra de Michel Tremblay, que Miquel Àngel Solà i Blanca Oteyza representen aquesta temporada. Una peça construïda des dels records. Ens retrotrau a un món que passa per la infància del protagonista i ens mostra una mare tendrament melodramàtica, que transmet el seu fill valors que li serviran per a la seva formació i dedicació en la seva vida futura. En aquesta peça no existeix el drama ni el esquinç emocional, sinó la mesura exacta per fer-nos somriure o deixar-nos lliscar una llàgrima de tant en tant. L'actuació de Miguel és una mostra fefaent de la seva professionalitat i experiència ancestral que envaeix la sala amb la seva màgia. Blanca ens encanta amb aquesta mare tendra i comprensiva i dóna mostres de la seva maduresa com a actriu. És un feix de llum que lumina amb energia pròpia. Una obra que recomano especialment, veure-la com un exercici de desintoxicació mental i com un aliment sa per l'ànima. Susana Villafañe. </span><span>http://www.moncomunicacio.com/arxiu.htm</span></p>

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  91. <p><span>SENCILLEZ Y AUTENTICIDAD.</span>
    </p><p><span>Por el placer de volver a verla nos sumerge en la presencia vital de alguien insustituible, alguien único, presente a lo largo y ancho de nuestra vida, nuestra madre. Nuestra madre en mayúsculas, en términos de relación, más allá del primer grado de consanguinidad. Así Miguel Ángel Solá (quien se muestra magistral en los diferentes cambios de registro, de roles y de edades que interpreta) en el papel de Miguel, nos invita en un escenario vacío, a ser partícipes del discurrir de su vida, jugando a narrar como creador de la obra que presenciamos y a interpretarse a sí mismo desde su más tierna infancia hasta la vida adulta, bajo el paraguas y la presencia de Nana, su madre. Una madre natural, parlanchina, cariñosa, dulce, sabia, disciplinada y exagerada en sus enfados, bien llevada por Blanca Oteyza que imprime el carácter que necesita el personaje. La trama aborda, de esta manera, una serie de escenas entre cotidianas y transcendentes que provocan unos diálogos entrañables, discusiones existencialistas, debates cálidos, que son aprovechados por Miguel y Blanca para crear unas situaciones que no por ingeniosas dejan de tener un sabor cómico a la vez que emotivo, humano y reflexivo. Con un emocionante texto de Michel Tremblay, sencillo y auténtico, sólo dos actores, un ciclorama que aporta un color diferente a cada escena y un atrezzo mínimo se da soporte a unas interpretaciones que logran transmitir sutilmente unas fuertes emociones tanto a través del lenguaje corporal, desarrollado con total naturalidad y credibilidad, como de una proyección vocal que consigue adaptar de forma soberbia la modulación de la voz a cada momento en que se sitúa la escena, ya sea alegre, triste, de abatimiento... La música, suave, y dulce, envuelve el escenario con una sutileza acorde a la ternura de la historia. El espectador no puede abstraerse y dejar de rememorar su infancia, su adolescencia y su madurez con la presencia de cada una de nuestras madres en cada etapa vivida. El resultado final no podría entenderse sin la soberbia dirección de Manuel González Gil que consigue una total empatía entre el espectador y los personajes, como si la cuarta pared no existiese. </span><span>MIGUEL LOPOTT</span><span> | </span><span>Madrid</span><span>, </span><span>24/04/2011</span><span> | </span><span>Cultura</span><span>. http://www.buscamusica.es/contenido.php?id=1492</span></p>

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  92. <p><span><span>Teatro de siempre para entrar viejo y salir nuevo. Porque “Por el placer de volver a verla” es toda una vida, un bolero de madre e hijo, como un corazón escénico que late y bombea sentimiento. Que lanza al espectador a tantos lugares en común que no hay tregua para la rutina. Porque la vida vivida es el presente encadenado de padres e hijos que serán padres e hijos que serán padres… Y así hasta el final de los tiempos. Sí, pura vida.</span></span>
    </p><p><span><span>Dedica Solá, a veces, autógrafos en los que rubrica: Feliz vida. “Por el placer…” es un canto a eso. Al encanto del intento. A las frases que nunca se dijeron y que, por ese silencio sobrevenido, son las que de verdad cobran vigencia. Están presentes sin reproches, porque ese espacio en blanco que separa nuestras frases es una parte, igual de importante, del guión pendiente, siempre por escribir, que es la vida.</span></span>
    </p><p><span><span>En “Por el placer…” hay teatro dentro del teatro, como ejercicio experimento que da la mano al espectador para que intuya, asista, al segundo que precede al momento en que comienza el acto de crear e interpretar. Pero, más que artificio hay sinceridad, esto es, artefacto. Pocas veces la cuarta pared es tan del público sin perder el respeto esencial a los códigos del teatro. Casi nunca ocurre lo que pasa aquí: que el recurso artístico está al servicio de la historia y de los que la ven.</span></span>
    </p><p><span><span>Blanca Oteyza pasa como un ciclón cálido que atraviesa la obra como ser reconocible. La madre habla. Ella interpreta lo inolvidable. Lanza al público la pelota de la memoria compartida. Reconstruye en cada butaca lo que algún día pasó para ser siempre presente. El espectador coge ese balón por encantamiento y bota los recuerdos de los tiempos de la ilusión.  El hijo escucha el porvenir.</span></span>
    </p><p><span><span>La madre e hijo que son Blanca Oteyza y Miguel Ángel Solá reescriben la generosidad mutua que ya pasó y que solo volverá cuando otros vayan sumándose a la obra. Esto es el antes que Gil de Biedma retrató con aquello de: Que la vida iba en serio uno lo empieza a comprender más tarde. </span></span>
    <span>Una historia de amor de esas que piden a susurros reloj no marques las horas. </span></p>

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  93. <p><span>POR EL PLACER DE VOLVER A VERLA (MADRID, PRIMAVERA EUROPEA 2011) </span><span>Escrita por el canadiense Michel Tremblay y dirigida por el argentino Manuel González Gil, tiene como excluyente reparto al primer actor Miguel Ángel Solá y a Blanca Oteyza encarnando a ese primordial sujeto tácito que da título a la obra.

    Sorprende que un hombre que ya cumplió sesenta años pueda convencerme, desde los primeros minutos, que puede ser un niño de once años y que su actuación no roce el ridículo, ni mucho menos. Solá lo consigue, y no sólo eso sino que podrá, con diferencia de apenas segundos, salir de esa etapa evolutiva y pasar a describirse a él mismo en esa situación, ya en la edad adulta, y todo, con absoluta naturalidad, actuando como si estuviera en el living de su casa frente a algunos amigos, nada más que en este caso lo hará a sala llena en el madrileño Teatro Amaya. En realidad, por momentos, costaba distinguir si era el actor que actuaba, o era Solá contando su propia vida, de tan convincente.

    Vi por primera vez a Solá hace treinta años, en mi Rosario natal, cuando llegó al Teatro El Círculo estelarizando Equus, una pieza que no olvidaré jamás por cumplir con el originario cometido teatral de hacer reflexionar, pero también por la performance de un joven actor que se veía como un astro en ciernes. Muchos años después, presencié en varias oportunidades El diario de Adán y Eva, tanto en Rosario, como así también en Mar del Plata y en Buenos Aires. No debe ser casual que todavía conserve, en vhs, la versión televisiva que se emitiera, por entonces, en un canal de cable. Las actuaciones de Solá me conmovían, me convencían, me movilizaban. Ya como periodista, lo conocí en una entrevista exclusiva que yo hiciera para LT3, en la que me explicó que le daba lo mismo, como actor, hacer de Valdéz Cora que de Salvador Mazza, dos polos extremadamente opuestos como modelos de personas, siempre y cuando pudiera hacer el mejor Valdéz Cora y el mejor Mazza posibles. Respuesta que da un actor de raza, y no una figura de moda.

    Me sorprendió ver que se promocionaba POR EL PLACER DE VOLVER A VERLA como una comedia. A lo sumo, comedia dramática, sino propiamente un drama que, además de ser en sí mismo un homenaje al teatro, exhibe la necesidad de un guionista de elaborar toda una representación teatral para satisfacer su necesidad de reencontrarse, imaginariamente y por lo que dure la obra, con su madre, ese personaje arquetípico y fundante, y que todavía ama intensamente. Asimismo, que se dijera que lo más valioso de la obra es Solá actuando. Puedo afirmar que el texto es bueno e ingenioso, y que la Oteyza alcanzó madurez plena como actriz, para hacer con ductilidad de una madre muy especial (como todas las madres) en sus diferentes momentos, y con una profundidad única en la sabiduría de los que no se formaron en los claustros pero que la tienen clara acerca de qué puede tratarse la vida, aún entre exageraciones y excesos, entre ternura materna y admiración filial.

    De puesta minimalista, con escenografía de ciclorama y utilería desmontable, impecable dirección y actuaciones memorables, Por el placer de volver a verla es una de esas obras para ver en buena compañía y no olvidársela nunca (a la obra).

    No. No se trata de Bernarda Alba, ni del Caballo de Troya ni de Un Tranvía llamado Deseo, como bien advirtiera Miguel al inicio de la función. Es, simplemente teatro del bueno. Del muy bueno. Por si fuera poco, hasta esta noche de Por el placer… sólo Alfredo Alcón había conseguido que el crítico se desbordara y se quedara sin aire por casi una obra entera. En esa categoría ya entró Miguel Ángel Solá.

    Queda poco hasta el [...]

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  94. <p><span>Hasta el próximo 3 de Julio permanecerá en el Teatro Amaya de Madrid, tras dos años de éxito, Por el placer de volver a verla, una obra del novelista y dramaturgo Michel Tremblay, dirigida por Manuel González Gil y protagonizada por Miguel Ángel Solá y Blanca Oteyza.</span>
    </p><p><span> </span>
    </p><p><span>Acudí al teatro sin saber lo que me iba a encontrar, sin conocer absolutamente nada del argumento, tan sólo algo encandilado por el título. Y me encontré con una obra que, escénicamente, derrocha sencillez, con un texto sublime y con dos interpretaciones que consiguen crecer en 90 minutos. </span>
    </p><p><span> </span>
    </p><p><span>Por el placer de volver a verla es la historia de un dramaturgo (alter ego de Tremblay) que rememora la relación con su madre, desde que era un niño de once años travieso, después un adolescente curioso y adicto a la lectura, hasta que llega a la edad adulta. Su madre, una mujer maravillosa, una mujer exagerada “sin mesura”, como dicen en la obra, parlanchina hasta decir basta, alegre y entregada, una mujer graciosa que odia a su cuñada Gertrudis.</span>
    </p><p><span> </span>
    </p><p><span>Me ha gustado mucho el vínculo que se crea con el espectador, el metateatro, y la manera en la que evoluciona la obra desde la risa al llanto. Me ha gustado mucho la música, una melodía que me recuerda a una canción triste que no consigo identificar. Me han gustado mucho las interpretaciones, Solá consigue que veamos sobre el escenario a un niño de 11 años, y Oteyza ejecuta con maestría ese texto tan larguísimo. Acabo de descubrir que ambos son matrimonio en la vida real, imagino que eso fomenta la complicidad que existe entre ellos en la obra. </span>
    </p><p><span> </span>
    </p><p><span>Os la recomiendo, no dejéis que se marche del Teatro Amaya sin que la hayáis visto, porque es una obra sobre el sentimiento más universal, que es el amor hacia una madre, porque a mí me ha reconfortado encontrarme con una obra sencilla y hermosa, me ha regalado una tarde de teatro gratificante y emotiva, haciéndome sentir bien en estos tiempos en los que hay demasiados agentes externos que me obligan a sentirme mal.</span>
    </p><p><span>Martes 14 de junio de 2011</span>
    </p><p><span> </span>
    </p><p><span>http://cajondehistorias.blogspot.com/2011/06/por-el-placer-de-volver-verla-de-michel.html</span></p>

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  95. Hay funciones que no deberían irse así como así de nuestras carteleras ni de nuestras vidas. Por el placer de volver a verla me ha hecho una pregunta que aún no logro responderme, pero que me pone en un estado de alerta feliz, y sigue removiendo en mi esto que soy con el alma puesta en lo que he sido y me reubica conmoviéndome. La he visto tres veces y volveré antes de que se vaya definitivamente. Lo siento, diga lo que diga quien sabe o no sabe de esto y sin querer entrar en polémica con nadie: esta función es fundamental para intuir el fin último del teatro. J. A.

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  96. Ya he escrito en esta página, pero es que la he visto por tercera vez y me ha gustado más aún. Es una función llena de magia y de ese amor incondicional con el que soñamos siempre. Mañana terminan y no quedan más butacas. ¿Por qué terminan? 

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