Es más que un espacio público o que un busto, es “iluminar un ejemplo”. Así ha definido Ana Botella, alcaldesa de Madrid el homenaje que la capital rinde a la figura de Miguel Ángel Blanco, el concejal de Ermua asesinado por ETA hace diecisiete años y que simboliza a todas las víctimas de la violencia terrorista. Con la iniciativa no se pretende, como dijo Botella, “hacer pasado sino presente”, en una clara alusión a los riesgos del olvido. “Cuando las víctimas del terrorismo han sufrido lo irreparable, siempre nos han prevenido frente al mal del olvido”, constató la alcaldesa.
El homenaje lo rinde una ciudad “víctima ella misma” que quiere honrar de esta forma a todas las víctimas del terrorismo, simbolizadas en el concejal vasco, quien con su asesinato escribió una de las páginas más dolorosas de la historia de este país. Ana Botella ha recordado aquellos terribles días de 1997, cuando Miguel Ángel Blanco fue secuestrado y posteriormente asesinado, y en los que toda España estuvo pendiente del fatal desenlace. Aquellos días “en los que los terroristas mostraron hasta qué punto estaban dispuestos a romper todos los límites de la crueldad”; pero que también mostraron “el ejemplo conmovedor de una familia, la de Miguel Ángel”, y la reacción de la sociedad española “impulsada por un impresionante sentido cívico y solidario”. “Fue una prueba de entereza y dignidad que convocó lo mejor de todos nosotros”.
El homenaje lo rinde una ciudad “víctima ella misma” que quiere honrar de esta forma a todas las víctimas del terrorismo, simbolizadas en el concejal vasco, quien con su asesinato escribió una de las páginas más dolorosas de la historia de este país. Ana Botella ha recordado aquellos terribles días de 1997, cuando Miguel Ángel Blanco fue secuestrado y posteriormente asesinado, y en los que toda España estuvo pendiente del fatal desenlace. Aquellos días “en los que los terroristas mostraron hasta qué punto estaban dispuestos a romper todos los límites de la crueldad”; pero que también mostraron “el ejemplo conmovedor de una familia, la de Miguel Ángel”, y la reacción de la sociedad española “impulsada por un impresionante sentido cívico y solidario”. “Fue una prueba de entereza y dignidad que convocó lo mejor de todos nosotros”.