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lunes, 6 de marzo de 2006

Mis ideas



¿Deben estar las ideas al servicio de los fines, o, por el contrario, deben los fines someterse a las ideas?

A primera vista, podría parecer que lo segundo. Sin embargo, la historia está repleta de ejemplos terribles de lo uno y de lo otro. Pero entonces, habríamos sacrificado el único fin al que deben subordinarse las ideas y la única idea a la que deben subordinarse los fines: la persona.

No obstante lo anterior, y entrando en materia, mucho se ha debatido sobre los resultados de la Convención. En algunos casos criticando el huevo y en otros el fuero. Así, Libertad Digital se escandaliza por el viaje del PP al centro derecha moderada en el curso de la Convención, y pone de ejemplo las loas de Ruiz Gallardón. Me imagino que porque el mero hecho de que l´enfant terrible del partido haga loas al acto debería provocar sarpullidos ideológicos en la derecha.

Por otro lado, tenemos los que critican el huevo, o sea las formas. Ni unos ni otros caen sin duda en la necesidad de cohonestar todas las corrientes del partido, a la vez que se transmite una imagen de moderación que atraiga el voto perdido el 14-M, y desactive la crispación anti-PP urdida por el Gobierno y sus aliados.

El discurso de Rajoy y toda la Convención en sí no ha hecho más que basarse en los valores y en las ideas, por lo menos en los que comparten la mayoría de los españoles con independencia de las tendencias partidistas. Todo ello aunque el Presidente haya mantenido una imagen de serenidad ante la que está cayendo, y de un partido unido con un ideario adaptado a las necesidades de los españoles.

Aznar lo expresó muy claro en su discurso de inauguración de la Convención. Sabemos lo que queremos y sabemos cómo conseguirlo. Quieren gobernar para enmendar cuanto antes los gravísimos errores de Zapatero. Un partido es una máquina electoral y su único fin debe ser ganar las elecciones. Si no hay unidad, no hay posible victoria. Y si no hay victoria, acabaremos todos en el GULAG socialista. De momento, los varones blancos y españoles estamos en camino pues somos maltratadores de género en potencia, números de cuota no preferente, y progenitores tipo A. Además, claro está, de lo de siempre: fascistas.

Soy liberal, o todo lo más parecido que pueda haber. No de boquilla, como algunos o algunas que nos gobiernan, sino convencido, porque, como el PP, creo en el individuo y no en los códigos de barras. Además, me gusta Rajoy porque creo en él. Porque es un liberal convencido, aunque de los que no llevan etiqueta, sino de los que lo ejercitan en el día a día. Pero que además tiene la tremenda responsabilidad de sacarnos del pozo en que nos ha metido Zapatero, de devolvernos el futuro robado y de defender no mis valores, sino los de todos los españoles de bien. Y, para que todos puedan defenderlos, a su vez, sin ser anatemizados.

Existe en la blogosfera una perversa tendencia a criticar por criticar, a ver la grieta en el florero y no el color de las flores. No se puede vivir sin ideas, pero tampoco se puede vivir de ellas. El aferrarse a ellas sin ver la realidad, perder la perspectiva, no saber anteponer los principios y valores fundamentales a la pureza de los propios, podrá ser cosa de sabios pero también de suicidas. Muchas veces han sido responsables los intelectuales del pesimismo que reina en occidente.

Por el contrario, como dijo Hayek en cierta ocasión, la actitud del liberal hacia la sociedad debe ser la del jardinero que cultiva una planta; para crear las condiciones más favorables a su desarrollo debe conocer cuanto le sea posible acerca de su estructura y funciones. Y eso es lo que hace muy bien Mariano Rajoy. Sabe cómo ganar. Eso es lo que le debemos exigir los españoles. Un partido político no es un club elitista de ideas o una iglesia del dogma liberal -al de las etiquetas me refiero- sino un instrumento para alcanzar el poder y desarrollar un proyecto político. Para ello es necesario remar al unísono, aunque defendamos muchas cosas diferentes, y saber lo que uno quiere. Conocer lo esencial. Séneca lo enfatizó con clarividencia: "no hay viento favorable para el que no sabe dónde va". Y sin duda, algunos parecen no saberlo.

Por todo ello, señores: ¡remen!, ¡remen!, y dejen de murmurar, que del GULAG no nos sacan las ideas. Inteligencia, esfuerzo, claridad de objetivos y conocimiento de la estructura y funciones del cultivo de la sociedad. Así pues, más trabajar y menos divagar.

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