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sábado, 19 de mayo de 2007

Pisando la M30: Maldición

¡Maldita m30 de Gallardón! Hoy por primera vez -quiero decir, sin ser inauguración- he pisado los terrenos por los que transcurría la antigua m30, y no estaba, la han metido bajo un túnel. Era un mitin del PP, aunque eso no os lo contaré para no agobiaros, que ayer ya le asesté colleja a Ulrich Sebastián. Podría hacerlo, porque el patrón -uséase, Aalto- de este barco me solicita meta algo de caña, oye, postea algún mitin de esos a los que tú vas, no te cortes.

Pero no, hoy toca quejarme de lo polvorientos que han vuelto mis zapatos, pues no había calzada bajo mis pieses, sino una tierra que echó abajó todo el canfor -¿se escribía así?¿os acordais de él?- con el que los había dejado tan relucientes. Tocaba ponerse guapo que esta tarde teníamos en el cartel a Esperanza, Gallardón y el mismísimo Aznar.

En la foto podéis apreciar la posición del mitin:



...pero claro, echadle imaginación, porque estos malditos han ocultado la carretera, por lo que durante las dos horas del mismo he tenido que tragarme la brisa que llegaba de la sierra con mis ídolos en frente y tras ellos un majestuoso Palacio Real, un silencio sepulcral pues el río estaba a escasos 10 metros de mi silla, y el polvo que venía de mi espalda, asolador, era el de la huerta de la Partida.

Tan retrógrado el proyecto de soterramiento de la M30 y recuperación del río que me produce arcadas, y es que repasando un mapa de 1556 veo que hoy en día vuelve a tener el aspecto de entonces. ¡Vaya panda de retrógrados! ¿De qué sirve un río sin carretera o semáforos?



No sé si alguna vez habéis sentido esa terrible inclinación al mal que magistralmente recogiera Allan Poe en su obra. Hay quien dice el hombre no es malo por naturaleza, que nacemos igual de buenos, yo sí lo pienso, pues existe el mal per se y por supuesto están las tías buenas.

Pues esa inclinación me asaltaba cuando ávidamente los candidatos Gallardón y Esperanza silenciaban su discurso para hacernos escuchar...¡escuchar La nada!, y saludar a vecinos que a 500 metros de nosotros y desde sus balcones asistían al show. Ellos ya no oyen los coches. Un incontrolable hormigueo me recorría entonces de arriba a abajo.

Yo seguía escuchando coches, quería escuchar coches, y mis zapatos estaban sucios. Odio el Madrid rupestre, campesino y silencioso al que nos avocan estos malditos.

Hay quien ha dicho esta tarde que comparáramos las obras de la m30 con sus dos años y medio de ejecución y las de Fomento en Sol, que tienen atascado el centro de Madrid desde hace casi cuatro. Vaya tontería, ellos no han estado como yo en el campo, quiero decir, en la ribera del Manzanares, no saben lo que dicen.

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