Hoy, dejando por unos momentos los temas políticos, y antes de que a Jonh Galt y Prevost se les ocurra ir a otro sarao al Ayuntamiento o la Comunidad, el que se ha atrevido a hacerlo ha sido Tin Morín.
21 de junio de 2007
Por Tin Morín
¿Nadie ha dicho que un tranvía es un continuo paso a nivel?
Pues sería hora de que se dijera porque, además de un incordio notable para peatones y vehículos, es muchas cosas más, entre otras, un medio excelente para destrozar el asfalto y volver intransitables las calzadas.
La ciudad es un encanto. Dicen las crónicas que fue la preferida de Felipe II, porque de allí fue su esposa más querida y quizá también porque en su tiempo no habían metido esos artefactos ruidosos que transportan gente a un coste mayor que el autobús y con muchos más daños colaterales que los causados por los humildes buses.
Al amo del blog, Aalto, le he podido leer uno de los pocos argumentos a favor del tranvía, también llamado “metro ligero” cuando parte de su trazado es soterrado: es más barato que el metro de verdad. Y fin, no hay más.
Después de gastarse una pasta en infraestructura, el artefacto nos deslumbra con un consumo por plaza-km superior al de los denostados buses con motor diesel. Y eso, en un análisis favorable al tranvía.
No falta, en la propaganda de los fabricantes de tranvías, que tanto éxito de público suele tener, ese rasgo de humor consistente en calificar de ecológico a un medio que consume más recursos. Claro que algunos sospechamos que un cierto humor es lo definitorio del ecologismo militante, que siempre intenta vender algo, sean catástrofes apocalípticas, cambios climáticos, la extinción de los dinosaurios por causas humanas o, sencillamente, unos tranvías.
Y es que el mejor espacio para el tranvía está en alguna bonita fotografía, en la que el tiempo se puso amarillo.
No hay comentarios :
Publicar un comentario