Los culpables de todo esto:
Gallardón acabó su discurso pidiendo a todos aquellos que gastaron tantas energías estériles en intentar impedir que se terminase la M-30, que hoy en lugar de estar sumidos en el dolor, cayendo en una melancólica depresión, se sumen a la alegría y felicidad de los madrileños, cojan un autobús en la Estación Sur y disfruten de la M-30. Que cambien ese gesto de amargura por una generosa sonrisa como la que tenemos los madrileños al ver que esta es la ciudad que queremos para nosotros y para nuestros hijos.
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