Ray Sánchez para elmundo.es
Rodeada de enormes edificios de viviendas y compartiendo manzana con una gasolinera, existe en el distrito de Hortaleza, al noreste de la capital, una reliquia del pasado inusual en los barrios levantados tras el desarrollismo de los sesenta. Con su humilde fachada de ladrillo, parcheada con cemento y culminada con una espadaña con dos campanas, la Ermita de San Blas parece fuera de contexto, como trasladada desde una aldea a la capital (mapa). En realidad, esa es su historia.

Aunque sus piedras nunca se movieron de lugar. Levantada hace más de 300 años, la ermita fue iglesia del antiguo municipio de Canillas. Tras resistir a guerras y sobrevivir a la piqueta, hoy es el único vestigio de un pueblo borrado del mapa por la expansión de Madrid.
Rodeada de enormes edificios de viviendas y compartiendo manzana con una gasolinera, existe en el distrito de Hortaleza, al noreste de la capital, una reliquia del pasado inusual en los barrios levantados tras el desarrollismo de los sesenta. Con su humilde fachada de ladrillo, parcheada con cemento y culminada con una espadaña con dos campanas, la Ermita de San Blas parece fuera de contexto, como trasladada desde una aldea a la capital (mapa). En realidad, esa es su historia.
Aunque sus piedras nunca se movieron de lugar. Levantada hace más de 300 años, la ermita fue iglesia del antiguo municipio de Canillas. Tras resistir a guerras y sobrevivir a la piqueta, hoy es el único vestigio de un pueblo borrado del mapa por la expansión de Madrid.