Bruno García Gallo para elpais.com
Pocos edificios existen en Madrid con una maldición tan perseverante como la del faro de Moncloa. Y eso es mucho decir en esta ciudad, en la que hasta el Ayuntamiento permite la ruina de inmuebles protegidos sin mover un dedo. El faro lleva seis años cerrado a cal y canto, mientras el Ayuntamiento se las ve y se las desea para hallar a un empresario dispuesto a poner un restaurante en su azotea que justifique el dinero que ha costado su renovación y que sigue costando su mantenimiento a las arcas municipales.
El faro, en realidad una torre de 92 metros de altura con un mirador circular en lo alto, se empezó a construir en 1991 con un presupuesto de 2,2 millones de euros. Acabó costando 3,8 millones de euros, un 83% más. Iba a emitir un láser visible a 50 kilómetros de distancia; albergaría antenas de policía, bomberos y ambulancias; y serviría para regular el tráfico de la autovía A-6.
Lo impulsó el Ayuntamiento de la capital (CDS) contra la voluntad del Gobierno regional (PSOE), que incluso recurrió su construcción (sin éxito) ante el Tribunal Superior de Justicia de Madrid.
El faro, en realidad una torre de 92 metros de altura con un mirador circular en lo alto, se empezó a construir en 1991 con un presupuesto de 2,2 millones de euros. Acabó costando 3,8 millones de euros, un 83% más. Iba a emitir un láser visible a 50 kilómetros de distancia; albergaría antenas de policía, bomberos y ambulancias; y serviría para regular el tráfico de la autovía A-6.
Lo impulsó el Ayuntamiento de la capital (CDS) contra la voluntad del Gobierno regional (PSOE), que incluso recurrió su construcción (sin éxito) ante el Tribunal Superior de Justicia de Madrid.