miércoles, 25 de enero de 2006

Es por Madrid

Aalto no me quiere bien. Porque, si me quisiera bien, no me propondría participar en otro blog más, después de tener cuatro blogs propios, un foro (sí, Europa Liberal) en el que soy administradora y moderadora y varias colaboraciones con otras páginas (es sin contar mi vida laboral y personal fuera de internet).

Pero como yo sí quiero bien a Aalto (y le agradezco mucho la confianza en mí depositada), he aceptado. Es por Madrid. Y estoy encantada de estar aquí y compartir espacio con firmas de primera línea como el propio Aalto, Anghara... y más que vendrán (digo yo).

Y aquí viene el follón (bueno, aparte de que me quedaré noches en vela para terminar todas mis tareas y asignaciones, pero ya me iré apañando, si acaso con esparadrapo en los párpados). Se supone que este blog es sobre Madrid. Es decir, tengo que hablar de Madrid. Pero resulta que yo ni soy de Madrid ni vivo en Madrid. That's the question.

Pues tendré que enfocarlo por otro lado. Así que, si me pierdo en evocaciones literarias a cada rato, no me lo tengáis en cuenta. Por tanto, mi enfoque será desde provincias, aunque sí he residido en Madrid por estudios hace algún tiempo. Os contaré mis recuerdos, mis vivencias... todo lo que se me ocurra. Y si Aalto me despide (por plasta) de este "Real Madrid" que se ha montado, yo ya he avisado. Me temo que yo voy a ser la del toque poco práctico.

Mis primeros recuerdos de Madrid se remontan a cuando era niña, cuando mis padres me llevaban de visita a ver a la familia o a sus amigos. Y lo que más recuerdo, es curioso, es Galerías Preciados. Aparte del frío en invierno, lo cual cuando resides en una ciudad con clima suave todo el año resulta mucho más apreciable.

Mi padre viajaba a Madrid por su trabajo (a veces le acompañaba mi madre). Y cada vez que se iba, él y cantábamos esta conocida canción infantil (él hacía la pregunta y yo cantaba la respuesta):

"¿Qué quieres que te traiga, que voy a Madrid?
¿Qué quieres que te traiga, que voy a Madrid?
No quiero que me traigas,
no quiero que me traigas,
no quiero que me traigas,
que me lleves, sí.
Que me lleves, sí,
que me lleves, sí."


Y aunque sabía que estaría lejos de mi padre sólo por unos días, a mis ojos infantiles valía la pena, porque mi padre, a su vuelta a casa, siempre venía acompañado de algún regalito. Lo bonito era, casi casi, la expectación. Y cuando llamaba, la primera pregunta infantil no era "¿cuándo vuelves?" sino "¿qué me traerás?".

A veces íbamos con él, cuando no teníamos colegio (no es que él viajase frecuentemente a Madrid, aunque sí de cuando en cuando). Cuando mi madre le acompañaba, a mis ojos era genial, ya que solía quedarme en casa de mis primas. Ya de más mayor, en casa de una amiga (mejor todavía).

Cuando viajábamos a Madrid casi siempre los hacíamos en coche. Y aprovechábamos para parar por el camino y hacer noche en alguno de los paradores (aquello era lo mejor, la aventura). Y, otra cosa curiosa y muy importante: descubrí que los donuts de Madrid saben distintos que los del resto de España. Son mucho más ricos. De hecho, solía pedirle a mi padre que después de cada viaje me trajese donuts madrileños... Y así, como la magdalenas de la tía Leonie le evocaban a Proust la felicidad del tiempo perdido, ese sabor de los donuts que me evoca Madrid como un dejá-vu ha permanecido siempre en mis papilas gustativas, y cada vez que piso la ciudad, aunque sólo sea el aeropuerto y de paso, aprovecho para comprarme un donuts madrileño, como Dios manda.

De la ciudad en sí me quedaron grabados siempre cierto lugares emblemáticos, como el Retiro, la Casa de Campo, el Museo de Cera, el del Prado... La típica visita de los "turistas de provincias". Ya seguiré contando en posteriores artículos, que si no me quedo sin material.

Así que poco puedo yo puedo hablar de Madrid sino es de mis recuerdos del tiempo pasado allí. Apenas tengo familia allí y algunos amigos (y ciberamigos, que son muy importantes). Por tanto, repito: si me pierdo en evocaciones literarias a cada rato, no me lo tengáis en cuenta. Yo suelo decir que soy una cronista de la vida: veo la vida pasar y tomo nota. Ya sabéis a qué ateneros.

Pero eso sí, los donuts madrileños saben mejor. Vaya que sí.

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