martes, 17 de junio de 2008

Espormadrid en las alturas

Por desgracia no conseguimos que nos llevaran a tierras venezolanas para visitar las bodegas del ron Santa Teresa, así que les pedimos tomarnos una copita del mismo a cincuenta metros -según el meticuloso Aalto, quizá fueran 40/45- suspendidos de una grúa, y para más INRI, al lado del Bernabeu y sobre los cielos de Madrid.



Un amigo no me creía, otro el sábado me llamaba loco, y a otra le contaré que he subido con Paloma Barrientos a mi izquierda, la cual me decía que le dedicaría la izada a sus hijos. Yo andaba bromeando sobre los cables, seguridad y demás...



Discutíamos sobre qué vistas tendríamos de la ciudad, si las nubes no dejarían escapar algún rayito de Sol sobre la Castellana o si éste nos terminaría de asar, porque vaya calor. Menos mal que subimos con retraso, sobre las tres de la tarde, y nos dio tiempo a degustar las tapitas que servían en la carpa contigua. Un poquito de jamón del bueno, lomo y ron para que bajara mientras la grúa subía a los dos primeros grupos de invitados. Como la cosa tardaba, pues repetimos aquel sano ejercicio alternando los valores charlando distendidamente, ya sabéis que el orden de los factores...



Supongo por la tarde noche irán ascendiendo a todo el famoseo de Madrid para promocionar el producto, porque por la mañana eran todo periodistas y Lidia Lozano. Tuvimos mala suerte al estar sentados en la esquina que daba al estadio de fútbol, cuya fachada Oeste nos tapaba parte de las vistas, aunque una racha de viento giró la mesa y enfocamos el barco hacia el sur.

Durante el trayecto los camareros nos iban sirviendo unas delicias que degustamos entre sorbitos del preciado elixir y a su vez, ejercitando la cata mientras escuchábamos la historia de la casa Santa Teresa y cualidades de su ron. Debo admitir no he estado atento, pues me ocurrió como aquella mítica redacción del colegio (coma, beba) y yo lo hacía literalmente, mirando ya no de frente hacia por ejemplo Bravo Murillo, sino abajo, donde esos coches y personas se empequeñecían más y más. Ya sabéis, el sabio que señala la Luna y el otro que busca el asfalto -con el añejo en la mano y la cámara en la otra-. Ley de la gravedad.



De hecho me extrañaba la mayoría no asomaran la cabeza entre las piernas para percatarse de dónde estaban. Yo sí, calculando cuánto podían girar los cómodos sillones, unos 180 grados, que estando en la esquina, era suficiente para sentir el peso de los zapatos...



Más pesada era la bolsa con flor -y botella- que gentilmente nos otorgaron a la bajada, pero 50 metros quizá no sea demasiada altura para colgarse de nuestro cielo. O a mí por lo menos ya me saben a poco recién descendido, y estaba pensando, ¿qué tal quedaría en Madrid una noria del Milenio como la que gastan en Londres? Se admite lanzadera o torre-mirador como animal de compañía, claro. De hecho entre copa y vistazo al suelo recordé aquella entrevista (podcast) que realizamos a la concejal de Urbanismo, Pilar Martínez, indagando un tanto sobre los proyectos del consistorio pero en los planes del Ayuntamiento no encontramos en principio nada similar.

Tiempo hay, y por supuesto no falta materia prima: Una ciudad tan maravillosa como la nuestra.

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