jueves, 15 de febrero de 2007

El civismo y la urbanidad en la educación

15.02.2007
Por Raúl

Vivimos tiempos nuevos, donde los ciudadanos que pueblan las ciudades pertenecen a todos los estratos sociales, y proceden de los más diversos puntos geográficos, no sólo del propio país, sino de todo el mundo. Ese es el contexto multicultural, multirracial, cosmopolita, donde caben todas las ideologías, costumbres y religiones, en el que las ciudades de hoy se encuentran inmersas.



En ese ambiente, que debe ser un ambiente de respeto absoluto, no sólo por la libertad individual, sino por las opciones que cada colectivo y que cada individuo tome, existen sin embargo algunos elementos racionales y algunas conductas, que deberían ser respetuosas con ciertas normas. Unas escritas, y otras, no.

El ciudadano, por diversas que sean sus costumbres, creencias, religión o comportamiento, está sujeto a una norma básica no escrita que es la de la obligada convivencia con el resto de ciudadanos. Y para que esa convivencia no solamente sea asumible por todos, sino que sea fructífera, llevadera y positiva en el más amplio sentido, hay una serie de conductas individuales que deben ser asimiladas por todos los ciudadanos, sean quienes sean.

Entre estas normas, muchas se encuentran escritas, como por ejemplo el Código de la Circulación, que no solamente afecta a los vehículos, sino también a los peatones.

Otras muchas pautas de conducta son evidentes pero no siempre respetadas, como el no generar ruidos excesivos a según qué horas, los escapes de las motocicletas, el silencio ante Hospitales, el consumo excesivo de alcohol, el derroche del agua, la actitud de las personas en los transportes públicos y de cara a los mayores, y otras muchas.

Todo ciudadano tiene derecho a divertirse y eso es muy bueno para la ciudad que será un ámbito alegre de vida para todos, pero ante el derecho a la diversión existe asimismo, el derecho al descanso, a la tranquilidad y al sosiego.

Y tantas normas más, que aunque no escritas son esenciales para que una ciudad se pueda calificar de verdaderamente civilizada y de costumbres democráticas.
Hay cosas que son impresentables, como dejar aparcado el coche en un carril-bus. Esta actitud atenta contra muchos ciudadanos a la vez, que son los que utilizan el transporte público y tienen derecho a que no se obstaculice su recorrido. Estamos en el contexto del Código de la circulación.

Pero hay otro tipo de conductas asociales, que no están tan definidas, pero que son muy duras de soportar por la mayoría de ciudadanos. Son aquellas que ocasionan suciedad, como las heces de animales en lugares inadecuados, los grafitis agresivos de los que ya hemos tratado, los ruidos excesivos nocturnos, el consumo de estupefacientes en la calle, las reyertas, etc.

Para que todo ciudadano sea consciente de estas agresiones a la libertad del resto de habitantes de su ciudad, no queda más remedio que procurar prevenir y mentalizar a la gente desde sus primeros años de vida. En los parvularios, escuelas, y colegios. Hay que jugar a medio y largo plazo.

La mejor terapia es que el común de los futuros ciudadanos aprendan desde la escuela a ser respetuosos con sus conciudadanos, a convivir, a no molestar en exceso, a divertirse sin agredir, a circular sin causar ruido insoportable para los enfermos y personas mayores, a mantener limpia y decente la ciudad, que no es un basurero sino el marco de convivencia para todos. Lo que a mí me gusta, no tiene porqué gustar a todos. Y puede molestar mucho a bastante gente.

Y para eso es imprescindible la educación de los padres, sin ningún género de dudas, primordial, pero también la de las escuelas que enseñen a los pequeños ciudadanos, procedan de donde procedan, las mismas normas de respeto, convivencia y urbanidad.

No es verdad que la ciudad no es de nadie, hay que desterrar esa falacia, pertenece a todos, y todos deben respetarse unos a otros y al marco físico donde se desarrolla su vida y la de los demás. Hay que hacer que en la educación primaria y secundaria, los niños de todos, aprendan las mismas normas mínimas de educación cívica, urbanidad y convivencia.

Porque en este mundo multicultural, si no asumimos todos unos mínimos comunes denominadores básicos, estamos abocados al caos y a la infelicidad.

Estamos en Europa y podemos y debemos tender a una convivencia modélica, o al menos intentarlo.

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