29 de noviembre de 2007
Por Quentin
Sólo un par de días ha tardado la baronesa Thyssen en dar una rueda de prensa ante los medios para expresar su oposición a la enésima revisión del proyecto “Trajineros”, ideado por el prestigioso arquitecto Álvaro Siza y ganador en 2002 del concurso internacional de ideas para la modernización y mejora del Eje Prado-Recoletos.
Al parecer, ahora el problema, según palabras de la propia Tita, es que el proyecto de Siza, crea delante del museo “una autopista con una polución, con un deterioro de las colecciones que están dentro del museo, con un deterioro del pobre público, que no podrá aguantar el tráfico, el ruido y el movimiento de los coches". La pregunta es… ¿tiene la baronesa razones para decir esto?.
Veamos qué hay de cierto y de incierto en sus afirmaciones.
En el gráfico anterior, puede verse una comparación entre la disposición actual del tráfico rodado frente al Thyssen (parte superior) y la que propone el Proyecto de Trajineros (parte inferior).
Como puede apreciarse, el proyecto aumenta de cuatro a cinco el número de carriles frente al Thyssen, pero lo que no dice la baronesa, es que como contrapartida se realizan una serie de actuaciones en el entorno que mejoran ostensiblemente la situación actual del museo y que convierten la inclusión de este quinto carril en algo prácticamente anecdótico. Analicemos con detalle los pormenores del plan para comprobar que el aumento del número de carriles es compensado con creces y que el edificio, lejos ser perjudicado como pretende hacernos ver la baronesa, sale bastante bien parado con la operación:
1.- Se ensanchará la acera, que pasará de tres a siete metros, alejando así el tráfico rodado cuatro metros de la fachada del museo, también se plantará una hilera de árboles en el borde de ésta para que los paseantes queden protegidos del sol (ya sabemos que serán árboles pequeños Baronesa, pero es que ahora no hay nada, ¡no podemos sacar árboles grandes de la nada!…), y se cambiará el pavimento actual (en un estado y de una calidad lamentables) por losas de granito. La pregunta es: ¿Qué afecta más a los cuadros, Baronesa, que se añada un carril en el lado Oeste del paseo, o que se desplace el tráfico rodado de tres a siete metros de distancia y se cree una barrera vegetal entre éste y la fachada del museo?, y en cuanto a los peatones, ¿cómo cree usted que se sentirán más a gusto, con una acera de tres metros o con una de siete?.
2.- Carril elevado exclusivo para autobuses y disminución del tráfico de éstos en un 50%. Además, una vez que se realice la reforma, sólo pasarán por el eje Prado-Recoletos autobuses ecológicos, con unos niveles de emisión de humos sensiblemente menores a los actuales, se habla incluso de que sean eléctricos. Cuestión de lógica, ¿qué afecta más a los cuadros, un nuevo carril situado a 18-20 metros de distancia, o que pasen frente al museo la mitad de autobuses y además contaminen mucho menos?.
3.- Se construirá un paso elevado con pavimento de granito frente al museo que facilitará el acceso de los peatones a éste (actualmente el paso de peatones únicamente está pintado en la calzada). ¿Qué da más facilidades a los viandantes, un paso de cebra elevado y pavimentado, o que tengan que cruzar tres carriles en lugar de cuatro?.
Y para terminar de rebatir las razones que alega la baronesa, podemos argumentar también que, por lógica, un descenso del 30% del tráfico privado en el Paseo del Prado, ha de repercutir en una menor polución en todo el entorno, dentro del que está incluido, por supuesto, el Thyssen.
Por lo tanto, resulta bastante obvio que las protestas de Tita Cervera no tienen fundamento alguno y carecen de toda lógica, ya que por mucha polución que vayan a sufrir los cuadros con la nueva disposición del tráfico, en ningún caso ésta va a ser mayor de la que sufren ahora, sino que, muy al contrario, lo más probable es que sea notablemente menor.
Pero entonces, ¿por qué protesta en realidad la baronesa?, ¿siente acaso celos de la fantástica explanada peatonal que quedará frente al Prado?, ¿pretende tal vez presionar al estado para que pague por su colección personal (cedida desde el 2001) un poco más?, ¿se trata acaso, como algunos aventuran, de una estrategia de desgaste conjunta llevada a cabo con Esperanza Aguirre?
Yo no lo sé, y lo cierto es que tampoco me importa demasiado. Me basta con tener claro que no son los motivos altruistas que pretende vendernos los que se esconden tras sus numeritos circenses. Estoy de acuerdo en que España, y Madrid concretamente, le deben a Carmen Cervera una de las mejores colecciones privadas de arte de todo el mundo, y que todos, en cierto modo, tenemos que estarle agradecidos por ello. Pero lo que no es de recibo, es que la baronesa se crea con derecho a boicotear una y otra vez un proyecto que supone una considerable mejora de una de las zonas más históricas de Madrid sólo porque no es de su agrado.
Es INACEPTABLE (y lo pongo con mayúsculas), que esta mujer se atreva a llamar “disneylandia” a una idea que ganó en 2002 un concurso internacional para rediseñar el eje Prado-Recoletos, que lleva la firma nada menos que por Álvaro Siza (Premio Pritzker 1992) y que fue aprobada por unanimidad en el ayuntamiento, únicamente por intereses y preferencias personales. Carmen Cervera haría bien pararse a pensar si es lógico que se sacrifique todo un plan de ordenación urbana (dicho sea de paso, mucho más coherente y elegante que la idea del túnel que propone la CAM) porque ella considera que no se le da a su museo la importancia que merece. Y en cualquier caso, si tiene algo en contra que alegar, debería hacerlo con respeto, siguiendo la normativa como todo el mundo y diciendo claramente qué es lo que pretende, no montando espectáculos esperpénticos delante de las cámaras e intentando manipular a la opinión pública para poder salirse con la suya.
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