jueves, 7 de mayo de 2009

2 de Mayo: El parque de artillería de Monteleón (II) Gloria de Daoíz, Velarde y Ruiz

Uno de los puntos en nuestra ciudad más alejados de las habituales rutas turísticas o culturales es la plaza del Dos de Mayo, en la zona conocida como "Malasaña". Quizá alguno piense Manuela Malasaña fue una aguerrida anarquista de greñas y calimotxo en ristre, pero nada de eso, era una niña -supongo "mujer" en esa época- de 15 años que el dos de Mayo de 1808 murió en la sangrienta revuelta que enfrentó al pueblo de Madrid con el ejército invasor francés. Unos dicen que en esa misma zona colaborando con el levantamiento mientras servía munición a su padre, otros que ajusticiada al detectar sus tijeras de costurera; y es que tras el día señalado cualquier español que portara encima cualquier tipo de instrumento considerado como arma era retenido y arcabuceado ipso facto.



Maqueta de León Gil, donde se aprecia la magnitud del antiguo arsenal. La entrada y famoso pórtico arriba a la izquierda. En los extremos, a la izquierda Fuencarral y derecha San Bernardo.

En la actual Plaza del Dos de Mayo se desarrolló un episodio que provocó gran jaqueca al representante de Napoleón en España, Murat, ya que si en el resto de Madrid se libraba una especie de guerra de guerrillas, en esa plaza, en lo que era el Parque de Artillería de Monteleón, se aunaron apenas unos centenares de civiles y 60 militares españoles que resistieron los ataques de miles de franceses. No sólo Malasaña se hizo mito allí, sino otras mujeres como Clara del Rey, que combatió y murió junto a su marido e hijos en el lugar, alcanzando un nombre -y hoy calle- en nuestra historia.




Aunque los verdaderos protagonistas fueron los capitanes Daoíz y Velarde, escoltados por otros oficiales como Goicochea, Ruiz, Ontoria o Arango... Es todo un placer cuando repasas historia descubrir el porqué del nombre de muchas calles en nuestra capital. En la mañana del 2 de Mayo todo era tensión, y no sólo por el estallido del pueblo en la plaza de Oriente, sino porque los altercados entre las tropas de ocupación y la población eran frecuentes, tanto que hasta los militares españoles destinados en Madrid, unos 3000, tenían órdenes estrictas de no insmiscuirse. Luis Daoíz estaba al mando de los 16 inquietos soldados que custodiaban el arsenal del Parque de Artillería de Monteleón junto con un destacamento de 80 franceses.

Mientras Daoíz apaciguaba al oficial francés al mando, contenía a sus soldados y desde primera hora escuchaba, y contenía los reclamos de las bandas organizadas del pueblo, que venido de la plaza de Oriente solicitaba armas, Velarde acudía a la Junta Mayor de Armas para demandar la implicación del ejército español en el levantamiento popular. Como sabemos eso nunca ocurrió, ya que sólo se implicaron algunos guardias wallonas y oficiales de paisano o despistados que se contaron con los dedos.

Pedro Velarde intentó sin éxito un motín en la misma Junta, pero sólo le siguieron dos miembros de la misma y se dirigió entonces al acuartelamiento del Cuerpo de Voluntarios del Estado, situado en la calle San Bernardo. Pese a su gran ímpetu allí tampoco logró implicar al coronel al mando, pero sí habilmente que le cediera una compañía compuesta por 33 infantes para "sujetar a la muchedumbre" y reforzar el Parque de artillería de Monteleón. Poco tiempo después aparecía en el arsenal convenciendo al marcial y dubitativo Daoíz de que diera por fin el paso. Así fue, pillando por sorpresa al retén francés, que estarían todo el día presos en cocheras y cuadras, librándose de la sangrienta batalla. Al acabar la contienda llegaron a retener a unos 300 gabachos entre el destacamento inicial y los capturados durante la refriega.


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La zona que hoy ocupa la plaza del 2 de Mayo y aledaños en aquella época era el parque de artillería, un espacioso recinto de alta muralla cercano a los lindes de la ciudad y cuya entrada estaba al sur, más o menos en lo que hoy sería la calle de Ruiz, hacia donde mira la actual estatua de nuestros dos héroes. Antiguamente era un palacio de los duques de Monteleón y Terranova -reconstruido después del incendio de 1723 fue transformado en arsenal en 1807-, de ahí deriva su nombre, y debido a la angostura de la zona, las piezas de artillería, la bravura de los héroes y los centenares de encolerizados ciudadanos es por lo que pudieron aguantar tanto tiempo el asedio enemigo, que debía converger por las entonces San Andrés o San José desde San Bernardo y Fuencarral hacia la entrada del arsenal.

En ese cruce es donde Daoíz posicionó los 4 cañones que mantuvo activos toda la refriega como bastión princial de la defensa, apuntando uno a cada una y el último como refuerzo. Velarde apostó a los profesionales tiradores del Cuerpo de Voluntarios en las tapias del recinto así como ordenó a las partidas de civiles encomiándoles puntos estratégicos en las casas de la vecindad desde donde hostigaban a los pelotones franceses que eran machacados por la artillería o se retiraban. Velarde así mismo junto con un grupo de soldados y civiles iba y venía del interior del recinto para apoyar a los cañones cada vez que atacaba el enemigo.




En un Día de Cólera Reverte consigue transmitir con viveza la heroica defensa que acometieron los ciudadanos y militares españoles, describiendo las primeras derrotas de los embistes napoleónicos, y cómo en esa peligrosa contienda eran decenas de civiles los que se encargaban de nutrir de municiones, vino y vendajes a los defensores. La penuria era tal que el arsenal no contaba con munición de metralla, -fundamental para causar mayor baja en el cañoneo a cerca distancia- por lo que se improvisaron sacos con piedras de los fusiles.

El odio que los madrileños sublevados tenían a los invasores por los rumores sobre violación de mujeres, peleas en tascas, el asunto de la soberanía usurpada o la masacre del Palacio Real, los mantuvieron estoicos y valientes todo el día -pese a su falta de marcialidad- frente la maquinaria militar más poderosa del mundo, el ejército imperial de Napoléon. Muchos de ellos cayeron, otros fueron ajusticiados más tarde y era tal la tensión que en un intento de apaciguamiento de un oficial español que acudió al lugar donde se consiguió que cesaran por unos instantes los fogonazos, hubo un servidor de cañón que se desconoce si por nervios o rabia hizo disparar su pieza artillada rompiendo el conato de paz. Dos centenares de franceses fueron hechos prisioneros gracias a ese lance.

Si bien pasadas unas horas los oficiales se dieron cuenta de que sus compañeros de armas no habían tomado ejemplo y apoyado al pueblo, la poca esperanza que les quedaba a los españoles se desvaneció cuando el general Lagrange acudió con miles de hombres decidiendo poner toda la carne en el asador atacando desde la calle San Bernardo con artillería incluida.



El portón que preside la plaza del Dos de Mayo es una réplica del protagonista de estos hechos, sí se conserva la parroquia del antiguo convento de las maravillas, la actual de San Justo y Pastor. El convento fue testigo del terrible baño de sangre que vieron esas calles, con centenares de cuerpos pudriéndose sobre el empedrado del barrio. Las monjas fueron autorizadas para romper la clausura, atendiendo durante todo el día a decenas de heridos de uno y otro bando que habían caido tiroteados o en las diferentes refriegas a bayoneta, sable y navajas. Según relata Reverte una de las monjas no cesó en todo el día de repartir entre los combatientes medallones, imágenes y escapularios, amén, de alentar a los defensores.



En la última contienda del día es cuando murieron el teniente Jacinto Ruiz y el capitán Velarde de sendos disparos. Poco después los "gabachos" alcanzaban el cruce de calles y puesto de artillería que presidía la entrada del arsenal, rindiendo la defensa el Navarro Falcón. En ese momento Daoíz yacía sin fuerzas apoyado en un cañón y con su sable en la diestra, pues había sido arcabuceado en el muslo. Acércándose a él, el gral Lagrange apuntó con su espada a la cabeza llamándole traidor, a lo que éste respondió hiriéndolo con su arma. Los soldados franceses que acompañaban al comandante bayoneta en ristre, acabaron con su vida por la espalda.



Monumento a los caidos el 2 de Mayo, actualmente dneominado a los caidos por la patria, en la plaza de la Lealtad.


Pd. Esta vez no traigo fuentes porque lo que he atisbado en internet está muy deslabazado. Si alguien desea corregir algún dato, ahí tenéis los comentarios.

Actualizo. Gran fallo el mío al no ojear el blog Urbancindades. La reseña no es muy extensa pero recoge esta espectacular fotografía, tomada poco antes del derribo del Parque de artillería en 1868. ;)

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