miércoles, 16 de enero de 2008

Gallardón

16 de enero de 2008
Por
Miguel A. R. Vacelar
(publicado en su blog: Elogio a la Cordura)



Sé que el titulo del post es demasiado breve, aséptico e incluso soso. Pero a la hora de atreverme a hablar en este blog de Alberto Ruiz Gallardón, en el día después (D+1), he intentado ser, ya de entrada, lo más objetivo posible. Y para ello, el acompañar al nombre propio de hoy un calificativo, sería totalmente contraproducente.

Gallardón ha dicho en el día de hoy que ha sido “derrotado”. Tiene razón. La pregunta clave es por quien. Al otro lado de todo derrotado tiene que encontrarse un vencedor, y pensar que el mismo puede habitar en las filas del PP es algo muy preocupante para el partido. La imagen “antropófaga” en el seno de una organización solo la perjudica a ella, no a sus rivales políticos. No nos engañemos, el vencedor ha sido el PSOE, no el PP, ni desde luego Mariano Rajoy.

Con esto no pretendo hacer un postulado de apoyo al Alcalde madrileño. No quiero dar a entender que la falta del Regidor será una hecatombe para el PP ni que Mariano Rajoy ha cometido un error de bulto. No. Eso, en caso de ser cierto, lo dirá el tiempo. Yo no soy un estadista o politólogo como para brindar juicios tan gratuitos.

Lo que sí quiero decir es que las formas en las que Gallardón ha sido “derrotado” son totalmente contraproducentes a la imagen del Partido, como lo ha venido demostrando las declaraciones posteriores del PSOE, que se frotaba las manos ante tan jugoso acontecimiento para poder bombardear la línea de flotación de las filas populares, las cuales, para que nos vamos engañar, no las tenemos a prueba de “petardazos”, con unas elecciones a las vuelta de la esquina donde nos jugamos mucho, donde España se juega mucho.

Y si a eso le añadimos la reacción en numerosas filas simpatizantes del partido, uno entiende que los socialistas estén con una sonrisa de oreja a oreja, y, con perdón de la expresión, “descojonándose” ante la visión de ver a su enemigo “rajando” de uno de sus baluartes. Porque nos guste o no, Gallardón es un baluarte del PP (y que conste que a veces entiendo perfectamente que no guste).

Alberto R. Gallardón es un político extraordinario con una de las mejores oratorias que he tenido el honor de escuchar en mi vida. Como gestor, solo hay que ver como esta Madrid, y lo digo tanto por el Municipio como por la Comunidad. Gallardón levantó solo una región cuya capitalidad venía definida por Ley, para convertirla en el autentico centro neurálgico de España, tanto económico como social.

Pero es además historia viva del Partido, y es que a veces viendo la opinión de alguno sobre él, da la impresión de que lo tratan como un tránsfuga venido del PSOE. Y nada más lejos de la realidad… es más, fue él quien reconstruyó el Partido después de que un tránsfuga de verdad, Verstrynge, abandonara AP para irse a las filas socialistas.

Gallardón se convirtió, con 28 años, en el Secretario General más joven de la historia de la organización, y probablemente de la Democracia Española. Permaneció en el cargo hasta el año 89 donde, con la refundación del Partido (de AP a PP), cedió el testigo a la dupla Aznar- Cascos. Ello quiere decir que Gallardón fue el último Secretario General de AP.

Hijo de un fundador de AP, discípulo predilecto del Presidente Fundador Don Manuel Fraga, y yerno de José María Utrera (ex Ministro franquista), produce risa que los sectores más conservadores del Partido lo califiquen de verdad como “izquierdoso”. Sirva como ejemplo que cuando se convirtió en líder de la oposición municipal a Tierno Galván en 1983 (con solo 25 años), denunció una caricatura de la revista “Madriz” por ridiculizar al anterior Jefe del Estado.

Por todo ello, lo más odiado de Gallardón probablemente sea su capacidad para adaptarse políticamente a los tiempos, teniendo una habilidad innata para recoger votos hasta debajo de las piedras. Y es que a Gallardón le votan hasta comunistas convencidos.

Probablemente el origen de dicha habilidad radique en su ambición, que más que desmedida yo la calificaría de imprudentemente pública. Y es que no creo que Gallardón sea más ambicioso de lo que lo son muchos de sus compañeros o rivales políticos, pero a diferencia de ellos, él siempre ha manifestado sus intenciones. De mucho se le podrá acusar al bueno de Alberto, pero no desde luego de esconder sus cartas o de que se le vea el “plumero”, expresión esta ultima reservada para el que quiere ocultar algo y se le acaba viendo por imprudente.

Pensó Gallardón que sería mejor así, y lo cierto es que se equivocó, porque no solo se ha hecho daño a él, sino que acabó haciendo daño al Partido. En eso estoy totalmente de acuerdo. Otra cosa es decir, como han dicho muchos, que pretendía hacer daño conscientemente. Eso no es verdad, cualquiera que conozca a Gallardón sabe perfectamente que adora al PP, siempre se ha debido a él, y siempre se deberá a él. Aunque también es verdad, que como se decía de la mujer del César, lo importante no es solo lo que se es, sino que también tiene que parecerlo. Y en eso… ha fallado, y mucho.

Cuando en política alguien sale públicamente anunciando sus intenciones políticas, las mayores críticas las recibe en su casa. Empiezan a salir “Brutus” hasta debajo de las piedras, y todo el mundo se vuelve loco solo con lograr tomar posiciones para evitar que el “colega” le adelante por la derecha (o izquierda, como es el caso). Decía Churchill que el verdadero enemigo lo tenía uno en sus filas, que el de enfrente solo era el rival político. Tenía razón.

Gallardón ha sido un imprudente en eso, y un egoísta al no parar a valorar, reflexivamente, si con su actitud estaba haciendo daño a su casa, aunque a él no se lo pareciera. Pero no solo dañaba con su manifestación pública de intenciones, también lo hacía con su peculiar manera de recolectar votos. Entiendo perfectamente que muchos militantes populares se sintieran ofendidos al ver cómo, en plena crisis entre el 11M y el 14M, con nuestras sedes asediadas con locos armados con piedras, Gallardón saliera en un acto con “actores” (Bardem y Cia.) abriéndoles la casa del Ayuntamiento para lo que quieran, así como dedicándoles “piropos” varios.

Ese ejemplo, unido a muchos otros (como su solidaridad con Simancas después del “tamayazo”, afirmándole que “tú deberías ser el Presidente”), pueden haber provocado el justificado cabreo en las filas y electorado del PP.

Está claro que Gallardón nunca ha sabido medir, pero de ahí a afirmar que es un “traidor” o un “desleal” como se ha oído en muchos dirigentes del PP, me parece una desproporción injusta para un hombre que ha trabajado para construir el Partido que ahora tenemos, con sus virtudes y sus defectos.

Mención aparte merece Esperanza Aguirre, una política extraordinaria, de primer orden, que me ha sorprendido con su actitud en el asunto. Y desde luego, Mariano Rajoy, que ha tenido que tomar una decisión salomónica, pero totalmente entendida ante el impresentable panorama de dos sujetos que, abiertamente, sin tapujos, y en su propio despacho, se estaban liando a “tortas” por sucederle.

Igual Mariano se ha equivocado. Igual debería haber permitido que los dos entraran en listas, aunque ello supusiera la dimisión de Esperanza Aguirre. Porque, siendo maliciosos (y alguno dirá que realistas, aunque no seré yo), ante un posible “bacatazo” electoral, y un escenario de sucesión, bien esta tener dentro del Congreso a gente preparada para tomar las riendas como Aguirre o Gallardón. Vamos, que más vale que sobre que no que falte…

En todo caso, los que defendían (entre ellos Álvarez-Cascos, padre de los Estatutos vigentes) que la compaginación de una Alcaldía como la de Madrid con el cargo de Diputado Nacional no era viable, probablemente tenían razón. Y también, probablemente, si Don Alberto hubiera renunciado a ser el Primer Edil de Madrid para ayudar a Mariano Rajoy (como siempre ha dicho), habría con ello desarmado a sus detractores. Pero, no se puede querer todo, y el que abarca mucho aprieta…

Ahora solo cabe esperar y ver. Yo sí creo que con esta decisión se han perdido votos, porque un “pepero”, por muy cabreado que este con Gallardón siempre votara a su partido, pero el electorado indeciso (ni siquiera lo defino ideológicamente) siempre caerá por el lado del Alcalde de Madrid (como ha demostrado mil veces). Tiene pues, a mi entender, razón Fraga cuando afirma que hemos perdido una bolsa de votos muy importante. Y no podemos olvidar que en política se está para ganar, no para “participar”, porque solo ganando se pueden cambiar las cosas.

Espero que Gallardón no deje la política como han estado anunciando los medios hoy. Lo espero por los ciudadanos de Madrid, por el Partido Popular, y por España, porque, insisto, aunque les pese a muchos, y nos cabreé en muchas ocasiones (a mí el primero, que conste), va a ser difícil encontrar un político de esta categoría.

Ver veremos…

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