miércoles, 18 de julio de 2018

Destrucción de las bocas de metro originales de la línea 1 de Metro

Por @scooterb0y

Las bocas de metro de Madrid son elementos icónicos de la identidad de nuestra ciudad. Tal vez pasen más desapercibidas o se hayan publicitado menos que las famosas del Métropolitain parisino, pero tienen exactamente el mismo valor histórico y cultural para nuestra ciudad que aquellas tienen para París. Tristemente, estos días estamos presenciando, ante el silencio de Metro de Madrid y ante la aparente indiferencia de todas las instituciones y partidos políticos a los que llevo una semana apelando por Twitter, la destrucción, uno a uno, de los ejemplares que quedan de esos accesos, de manos de Metro de Madrid, la empresa pública que debería velar por su protección. Metro de Madrid ha decidido sustituir las piezas originales por réplicas toscas sin ningún valor, torpemente ejecutadas, que no conservan los primitivos detalles y que definitivamente NO son las piezas históricas originales sino burdas caricaturas.

Las imágenes del antes y el después hablan por sí solas.

Antes:






Después:





Una lenta e inexorable destrucción que plantea dos dudas:

¿Tiene Metro de Madrid planificado acabar con todos los accesos históricos originales para sustituirlos por esa burda caricatura?

Y lo que es más grave: ¿qué está haciendo Metro de Madrid con las piezas históricas de cerrajería una vez extraídas de su ubicación original?

La segunda pregunta ha sido ya formulada, y reiteradamente, a Metro de Madrid. Su silencio preocupa, y nos hace pensar en dos posibilidades a cuál más indignante: o bien están siendo vendidas al peso como chatarra, o bien alguien más listo está negociando con ellas para su lucro personal o para adornar su jardín privado. Hay una tercera opción, claro, que es que estén siendo custodiadas por la Dirección General de Patrimonio de la Comunidad de Madrid, para ser convenientemente restauradas y expuestas en museos municipales. Pero hasta que cualquiera de las instituciones responsables no se pronuncie, esa última opción es mera especulación.

Durante el mes de julio han sido destruidos concretamente dos accesos: las dos bocas de metro de Tetuán, estación construida en 1929. Actualmente, mientras lees estas líneas, Metro de Madrid se ensaña con los accesos de Valdeacederas, que si bien en este caso se hicieron en los años 60, sin duda el taller que lo realizó conservaba el oficio y dignidad adecuada para el cometido, porque son de muy buena factura.

Trato de ponerme en la cabeza del responsable de Metro que haya decidido esta lenta y sistemática destrucción de patrimonio histórico. ¿Por qué variar el diseño original? Mis sospechas se confirman al ver este alzado preliminar de Antonio Palacios, publicado en el catálogo de la exposición que hace ya unos años ayudó a poner en valor a este gran arquitecto, responsable de buena parte de la imagen del Madrid que hoy conocemos.



Este es el dibujo que ha “justificado” algunos de los cambios de diseño en las réplicas. El resto de cambios provienen simplemente de la extrema torpeza del taller al que se le ha encargado.

Fijémonos en uno de los elementos más vistosos de las diferencias de diseño, que son los elementos que abrazan el peto de granito. En las bocas de metro eliminadas, esas piezas acaban con un doble roblón (no uno solo) y una graciosa curva de clara influencia modernista. En cambio, en el dibujo de Palacios ese elemento no está, hay un solo roblón, el elemento es más corto y acaba sin más detalle. ¿Significa eso que ese diseño es más “puro” de Antonio Palacios que las bocas de Metro que llevan hasta 90 años en las calles de Madrid? ¿Justificaría eso su sustitución por réplicas actuales “más fieles al original”? La respuesta es un rotundo NO. De ninguna de las maneras. Es sabido que los arquitectos históricamente participaban muy activamente en la ejecución de sus diseños, y siendo Palacios el responsable de su fabricación y posterior instalación, solo cabe una respuesta: el diseño definitivo de Palacios es el ejecutado, siendo el alzado que ilustra este post una mera fase de diseño intermedia, superada por la definitiva.



La estación de Metro de Bilbao se construyó en 1919



Palos de Moguer se construyó en 1949, fiel al diseño original



Alonso Martínez, construida en 1944

En cualquier caso, nos encontraríamos ante un falso debate: incluso en el supuesto (claramente erróneo) de que ese alzado fuese el diseño que realmente quería Palacios, las piezas históricas que han vivido el paso de las décadas y han acompañado a la identidad cultural de nuestra ciudad, son las que hoy día se están retirando. Los originales son simple y llanamente patrimonio de todos que está siendo destruido y podría existir la sospecha de que además está siendo expoliado.

Ni Metro, ni la Comunidad han contestado a las sencillas preguntas que planteaba al inicio de este post. Tampoco el Ayuntamiento, dado que el destrozo se está produciendo hoy día en el distrito de Tetuán. La Junta Municipal de Distrito correspondiente no ha mostrado el menor interés ni reaccionado de ninguna manera. Cierto que esto no competencia municipal, pero es algo que claramente afecta al patrimonio de Tetuán y de Madrid y se les supone una labor para proteger los intereses de su distrito y su ciudad. Se da el agravante irónico que la destrucción se está produciendo en la mismísima calle de la Junta de Distrito, Bravo Murillo, a menos de 5 minutos andando de donde trabajan nuestros representantes de todos los grupos políticos.

El patrimonio histórico solo importa a los partidos cuando es arma arrojadiza entre uno u otro color, y la triste conclusión a la que llego es que realmente no les importa en absoluto, porque piensan que su destrucción no les quita votos. Pero lo único importante en este caso es conseguir que, sea quien sea, se haga responsable desde las instituciones de tratar de salvar, si estamos a tiempo, las piezas retiradas. También de lograr un firme compromiso para que las futuras actuaciones de Metro de Madrid sobre piezas históricas sean para restaurarlas con criterios serios y contrastados, no para sustituirlas por elementos que, por su tosquedad, parecen simple y llanamente muebles de jardín de una cadena comercial de decoración del hogar.

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