jueves, 12 de agosto de 2010

"En la ciudad hostil" de Pérez-Reverte

Qué repelús me dan los talibanes, pardiez. Incluso -éramos pocos y parió la abuela arquitecta- los que trabajan sobre una mesa de diseño y tienen un diploma colgado en la pared. Recuerdo, y supongo que ustedes también, cuando Madrid era una ciudad para caminar por ella, sentarse en sus plazas y tomar el pulso a la calle y la vida. Qué tiempos. En algunos lugares, incluso, había árboles. En vez de eso, los espacios abiertos que hoy se ofrecen a quien se mueve por la capital de España son áridas superficies pavimentadas, suelos extensos de piedra seca y dura, plazas desprovistas de sitios para sentarse, explanadas hostiles sin sombra ni resguardo: simples lugares de paso concebidos para que el transeúnte circule sin detenerse, negándole todo descanso o comodidad. Remodelación del espacio urbano, lo llaman. Adecuación a los nuevos tiempos. Nuevo concepto de ciudad, y tal. Etcétera.

Paseo Recoletos
En los últimos años, Madrid se ha convertido en descarado campo de experimentación de la línea recta y los espacios desnudos. Todo despojo y simplificación tiene aquí su asiento. Y su financiación. Con el pretexto de quitar sitio a los vehículos para dárselo a los ciudadanos, el ayuntamiento local se ha arrojado, sin pudor, en brazos de los arquitectos radicales, fanáticos implacables del minimalismo urbano y el concepto de ciudad como gigantesca vía de paso orillada por locales comerciales, donde la única función del espacio abierto es encauzar masas de compradores de tienda en tienda, con el bar o la cafetería como único descanso. Este afán por convertir al ciudadano en cliente de movimiento continuo, negándole todo reposo gratuito, raya en la infamia. Ausencia absoluta de jardines, llanuras de piedra, inmensos suelos de granito decorado por miles de chicles pegados en él. Gente sentada en el suelo, ni un solo banco, algún asiento individual aislado, vergonzante. Señoras embarazadas, personas de edad, caminantes fatigados, turistas al filo de la deshidratación, vagan por esos páramos enlosados como hebreos por la península del Sinaí, sin hallar un punto donde reposar un momento, reponer fuerzas, dar de mamar al niño o echar un cigarro. Es, al fin, la ciudad dura, seca y fría soñada por quienes no la habitan, impuesta a la fuerza, sin consultar a nadie, entre cuatro fanáticos de la desnudez urbana y sus cómplices municipales encantados de salir en la foto, encandilados como bobos catetos ante los desafueros avalados por la autoridad arrogante, autista, de cualquier firma de prestigio.

Remodelación de plaza de las Cortes y la Carrera de San Jerónimo
Porque una cosa es cambiar el modelo de ciudad, adecuándolo a los nuevos tiempos, y otra triturar cuanto huela a tradicional, ajustando los espacios urbanos a la dictadura de lo lineal y lo vacío. El vecino, el transeúnte no apresurado, quien se demora en el paso y la vida, son lo de menos. No cuentan. Y en los sitios más afortunados, cuando hay donde sentarse, el paisaje no invita en absoluto: ni una sombra, ni un árbol, ni una planta. Hormigón por todas partes, bloques de granito sin respaldo en lugar de bancos, de manera que a los cinco minutos debes levantarte con los riñones hechos cisco. En otros lugares, ni siquiera eso. Si eres joven puedes sentarte en el suelo. Si no, a lo legionario: marcha o muere. Y las explicaciones son de un cinismo delicioso: el mobiliario urbano obstaculiza el paso, facilita el botellón y permite que se instalen vagabundos y mendigos. Eso lo dice, sin ruborizarse, el Ayuntamiento de una ciudad que es un inmenso botellón permanente, y donde vagabundos y mendigos venidos de toda Europa, nueva corte hispana de los milagros, acampan por centenares donde les sale del cimbel, lo mismo en mitad de una acera transitadísima que atestando los soportales de la Plaza Mayor o los pasajes subterráneos. Una anécdota final. Cuando la remodelación, hace un par de años, de la explanada situada entre el museo del Prado y el claustro de los Jerónimos, la Real Academia Española, situada en la esquina con la calle Felipe IV, recibió una petición de los arquitectos responsables y del Ayuntamiento para que árboles y arbustos que adornan el jardín decimonónico de la Docta Casa fuesen talados o reducidos de tamaño. Porque, cito de memoria, «rompían la armonía y las líneas limpias de la nueva ordenación urbanística». O algo así. Tan osada e imbécil petición fue discutida en el pleno de los jueves -entre intensas muestras de hilaridad y choteo de los académicos, por cierto-, y la conclusión final, resumida en corto y claro, fue que se mandara a los solicitantes a hacer puñetas. «Si de armonía se trata, que planten árboles ellos», dijo alguien. Y allí sigue, orgullosamente intacto. Nuestro pequeño jardín.

Fuente: perezreverte.com

11 comentarios :

  1. <span>No le falta razón, no</span>

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  2. Existen opiniones de todo tipo respecto a las reformas en la ciudad. Personalmente creo que podrían mejorar su "confort" con el viandante con, por ejemplo, mejores bancos pero no debemos olvidar que la superficie peatonal ganada es mucha y que los peatones ganamos poco a poco espacios para uso y disfrute: Callao, Sol, Fuencarral, ...

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  3. <span>Quizás Perez Reverte prefería el Madrid de Álvarez del Manzano... porque no me ha quedado claro si se queja de las obras o de la falta de movliario urbano. Nunca llueve a gusto de todos.
    </span>

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  4. <span>No soy fan de Reverte, pero en algo tiene razón: están convirtiendo Madrid en un herial de granito en el que no paran ni las lagartijas.</span>

    <span>Mucha superficie para pasar, pero ninguna para habitar.
    </span>

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  5. <span>MiguelS, siempre tu discurso tan correcto, tan oficial... Claro que nos gusta que se ganen metros para el peatón, pero lo que no puede ser es que se convierta Madrid en un mar de granito... Todo tan frío! Estoy seguro de que Gallardón tiene algún interés oculto en llenar de granito las calles... Si no, no es lógico tan fijación
    </span>

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  6. La reforma del Eje Prado-Recoletos fue aprobada por todos los grupos políticos, es decir, todas las grupos que representan a los madrileños. Ahora se la tacha de granítica y horrible pero a mi, salvo detalles que se pueden subsanar fácilmente, me gusta.

    Por cierto ¿un mar de granito? En muchos casos ese granito sustituye al asfalto que parece que gusta más....

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  7. <span>"Por cierto ¿un mar de granito? En muchos casos ese granito sustituye al asfalto que parece que gusta más...."</span>

    Menuda forma de retorcer las palabras... Y menuda excusa mediocre.

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  8. De hecho, MiguelS, no he visto que en Recoletos se haya ganado tanto espacio al peatón a costa del asfalto como alardeas.
    El Prado, afortunadamente, es caso aparte.

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  9. Creo Lole que no te has dado un paseo por la zona. En las calzadas laterales se ha suprimido un carril y las aceras son aproximadamente el doble. Este cambio llama mucho la atención al llegar a Cibeles donde la última manzana no está reformada y las aceras son ridículas.

    La calzada central sentido sur ha perdido un carril pasando de ser 3+1 carril bus a 2+1

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  10. <span>¿En qué estás pensando...?</span>
    De todas maneras, creo que de lo que habla Reverte (y no es la única persona que se queja de ello) no es tanto de la cantidad de m2 como de su calidad excesivamente dura.
    En algunos casos, el subsuelo limita la aparición de suelos vegetales (mucho parking y mucho vestíbulo de metro gigante), pero no es siempre el caso.

    Lo cierto es que los arquitectos están queriendo emplear el granito por un tema estético también, ya que es una piedra muy común a Madrid, a costa de suelos más blandos y porosos (como la tierra). Donde hay vegetación, se está abusando a mi juicio de superficies de césped, que tampoco sé si son lo mejor. 

    De hecho, la combinación granito recién puesto y césped perfecto consigue que todas las plazas del centro de Madrid parezcan cada vez más un parque de diseño de periferia urbana (en Recoletos es tremenda esa sensación). Hay una cualidad de texturas más profundas combinación de materiales nuevos con otros más gastados que se está perdiendo. Aunque posiblemente, dentro de 20 años el efecto estará más mitigado, la sensación ahora es claramente perceptible.

    Si no se tiene en cuenta esto, no se explica que en Santa Bárbara, las nuevas zonas ajardinadas, peatonales y árboles hagan pensar a la gente que la plaza se ha hecho más dura.

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  11. Si que he pasado por Recoletos, MiguelS. No me fijé con atención en lo reformado pues no iba con ojo crítico, pero no recuerdo que el paseo fuera sustancialmente más ancho que el de antes, aunque puedo estar equivocado.
    Lo que sí se mantiene es la sensación de estar asedidado por calzadas.

    Lo que es de traca es eso de que pidieran a la RAE que suprimieran su arbolado por una cuestión de armonía estética. Atajo de arboricidas.

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