Durante el ancien régime, además de pasar todos nuestros escritos e informaciones por la censura previa, los periodistas no podíamos publicar crónicas personales de los viajes de Franco. Cuando el Caudillo viajaba, todos los periódicos debían publicar la misma crónica, que el Ministerio de Información y Turismo se encargaba de facilitar a todas las redacciones con la indicación "De insercción obligatoria". Aquellas crónicas "clónicas" las escribía el crítico taurino y taquígrafo personal de Franco, José Lozano Sevilla. Este personaje gozaba de la confianza del dictador y era su cronista exclusivo y aúlico.
En cierta ocasión, la crónica enviada desde los servicios del ministerio informaba sorprendentemente de que al llegar el Caudillo a no sé qué pueblo, las campanas habían doblado en señal de júbilo. Cuando leyó aquello el periodistas José Montero Alonso, que trabajaba en la redacción del desaparecido, y de mala manera, diario Madrid, y que hoy, con más de noventa años, es el decano de la Asociación de la Prensa, llamó a la Oficina de Censura y avisó:
- Rectificad eso, porque las campanas no doblan en señal de júbilo. Las campanas doblan a muerto.
- ¿Cómo?
- Que el doblar de las campanas es un toque de difuntos, coño. No querréis matar al Caudillo.
- No podemos rectificar nada. Lozano Sevilla se fue, advirtió de que iba a estar ilocalizable, y de ese texto no se puede corregir ni una coma.
Montero Alonso, Monterito, como le llama cariñosamente toda la profesión, se resignó, pero no sin antes escribir este desahogo:
El doblar, que es toque serio,
puede serlo de optimismo
si lo manda el Ministerio
de Información y Turismo.
puede serlo de optimismo
si lo manda el Ministerio
de Información y Turismo.
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