jueves, 18 de septiembre de 2008

Casa de Fieras del Retiro

La Casa de Fieras del Parque del Buen Retiro fue un parque zoológico que se encontraba en los hoy denominados Jardines del Arquitecto Herrero Palacios junto a la Puerta de Sainz de Baranda del parque y extendiéndose hasta los actuales Jardines de Cecilio Rodríguez. Para quien no la conozca, aquí está su historia.


Los antecedentes de un zoo en Madrid se remontan a 1774, cuando Carlos III manda construir un parque de animales en la actual Cuesta de Moyano, cuyos terrenos formaban parte de los Jardines del Palacio del Buen Retiro. Esta instalación complementaría el proyecto de Museo de Ciencias Naturales que se pensaba ubicar en el actual Museo del Prado y junto al Jardín Botánico. Este fue el segundo zoo de Europa después del de Viena, posteriormente se crearon los de París, Londres y Amberes.

En estas fechas (siglo XVIII y principios del siglo XIX) los fines científicos y de investigación se mezclaban con otros menos elevados, como era celebrar luchas entre leones, tigres y toros. Estos espectáculos eran muy aplaudidos por los monarcas y la aristocracia (y posiblemente de haber podido, por la plebe; tenemos el ejemplo en la Roma Clásica) y, se solían celebrar en los bautizos de los infantes y en las fiestas en honor de algún ilustre visitante extranjero.


Durante el siglo XVIII la fauna del Zoo provenía fundamentalmente de Hispanoamérica, enviada por los virreyes y gobernadores que allí se encontraban, y se componía de guacamayos, tucanes, ocelotes, pumas, serpientes, caimanes, monos…, así como un elefante regalo de la embajada de Filipinas, que llegó andando a Madrid desde Cádiz donde le desembarcaron. A finales del siglo XVIII se trasladan las instalaciones a la esquina del Parque del Buen Retiro, junto a la actual Puerta de Alcalá. Las jaulas, conocidas como "La Leonera" (en foto de arriba) contenían a los animales peligrosos y, estaban colocadas formando un octógono en cuyo centro se encontraban herbívoros como ciervos, gamos, gacelas, llamas, avestruces… La invasión francesa supuso un duro revés para la Casa de Fieras, muchos animales perecieron y cuando al final se pudo expulsar a los franceses, presentaba un aspecto deplorable.

Con Fernando VII, en 1830 se amplían y mejoran las instalaciones trasladándolas a la zona adyacente a la actual Puerta de Sainz de Baranda. Se realizan las obras de la Casa de Fieras, que son las que nos han llegado hasta hoy en los Jardines del arquitécto Herrero Palacios, pasando a llamarse Gabinete Real de Ciencias Naturales, perdurando su nombre hasta 1972, fecha del traslado al Zoológico de la Casa de Campo. De 1830 es "La Leonera", edificio de dos plantas. En la inferior se estaban las jaulas para varios tigres, una pantera, dos hienas, un chacal…, y en la superior se habilitaron estancias para la familia real y sus huéspedes, donde también se encontraban animales disecados como parte de la decoración. También se dispusieron algunas otras jaulas y fosos para animales en las proximidades, como el kiosco de los monos (foto de abajo), la elefantera, la osera y otras jaulas que habitaban pavos reales blancos de Japón, llamas peruanas y gacelas africanas.


En la esquina entre las actuales Puerta de Madrid y Puerta de O'Donnell se levantó una Montaña Artificial, conocida como la Montaña de los Gatos, Montaña Rusa o Montaña de los Osos, por ser estos los animales que allí se encontraban (imagen de abajo). El funcionamiento y la labor de los operarios se realizaba a través del Reglamento de 1816 y la manutención corría a cargo del Bolsillo Secreto de Su Majestad, partida económica que disfrutaban y distribuían los monarcas a su antojo y así se recogía en los asientos contables de la Casa Real. Parece ser que la fauna en cautividad aumentó mucho, como se deduce de la relación existente de los envíos al Museo de Ciencias de los animales que morían donde eran disecados y expuestos.


Isabel II amplía el recinto, dotándolo de un segundo patio para los herbívoros y comprando animales en Marsella, entre ellos una pareja de elefantes, cuya hembra murió pocos meses después y, cuya jaula ocupó la elefanta "Pizarro", procedente de un circo. Con la Revolución de 1868, Alfonso XII abre el Parque del Buen Retiro al público y el Ayuntamiento asumió su gestión. El vandalismo del público y los gastos de mantenimiento obligaron ha hacer subastas de animales sobrantes para conseguir recursos y hacer nuevas adquisiciones generalmente a tratantes vinculados al mundo del circo.

Como en 1884 la gestión era ruinosa, el Ayuntamiento cede los derechos de explotación a Luis Cabañas en 1895, tratante de animales para los circos. La forma de llevar Cavanna el negocio del Zoo, le hizo muy popular. Aportó su propia colección de animales. Sacaba personalmente a tomar el sol a un cocodrilo, el elefante era conducido diariamente a tomar el baño en un estanque (foto), llegó a un acuerdo con la Sociedad de Velocipedistas para pasear por el parque con bicicletas, organizó luchas de animales contra toros por las principales ciudades de España. Estas se prohibieron tras un accidente ocurrido en San Sebastián donde un tigre y un toro derribaron la jaula que los separaba del público, causando un muerto y 17 heridos graves. El baño diario de la elefanta Pizarro, terminó cuando un día se escapó de su cuidador y en su huida por la calle de Alcalá se metió en una tienda.


Finalmente el 31 de diciembre de 1918, el Ayuntamiento se hace nuevamente con la Casa de Fieras al ganar la denuncia del contrato con la familia Cavannes. La llegada de Cecilio Rodríguez, Jardinero Mayor del Ayuntamiento, da un nuevo ambiente a la zona y plantea diferentes objetivos. Acondiciona los paseos y los jardines de la Casa de Fieras, entre otras razones para poder contemplar gran variedad de felinos, algunos de gran tamaño, que habían sido traídos del Sahara y Guinea. Cinco años después se incrementaba la fauna con avestruces, cebras, elefantes, antílopes, osos polares y un hipopótamo.

Con la llegada de la República, Cecilio Rodríguez es "jubilado" y la Casa de Fieras atraviesa un serio estancamiento, que se agudiza con la Guerra Civil, dejándola a punto de cierre. Mueren de inanición varias fieras y otras se sacrifican para el consumo humano. Para colmo se vivieron escenas dramáticas en sus instalaciones, pues el fanatismo hizo que entre 20 y 30 personas fueran arrojadas vivas para ser devoradas por los animales.

El fin de la guerra trae de nuevo a Cecilio Rodríguez y, la II Guerra Mundial hace que la Casa de Fieras adquiera una situación inmejorable, ya que recibe animales evacuados de distintos zoológicos europeos sobre todo del de Berlín, gracias a la neutralidad de España en la contienda, además de las mejoras del entorno y la hábil gestión por parte de Cecilio Rodríguez. En 1953 fallece Cecilio Rodríguez, ocupando su puesto Ramón Ortiz. Desde el Zoo de Munich, llegan nuevos osos, tigres, leones, primates, además de las aportaciones de particulares. Se instala una clínica veterinaria. La casa de Fieras se hace tan popular que algunos días festivos se alcanzan los 200.000 visitantes, llegándose a más del millón y medio de visitas en 1967. En la foto de abajo, la entrada al recinto.


A la hora de trasladar la Casa de Fieras al nuevo Zoológico de la Casa de Campo se contabilizan más de 550 ejemplares correspondientes a 83 especies. Ya en la década de los cincuenta del siglo XX se intentó trasladar, sin éxito, la Casa de Fieras a la Casa de Campo, con un proyecto del arquitecto alemán Hanz Heck. Finalmente el 22 de junio de 1972, siendo alcalde de Madrid Carlos Arias Navarro se cerró definitivamente la Casa de Fieras del Retiro y se inauguró el Zoo de la Casa de Campo, que con el tiempo se ha transformado en unos de los zoo-aquarium más completos de Europa.

Las instalaciones de la Casa de Fieras, una vez clausurada, se desmantelaron en su mayor parte y los pabellones sirvieron de dependencias administrativas de la Junta Municipal de Retiro, hasta su traslado en 2004 a los antiguos Cuarteles de Daoíz y Velarde en la Avenida de la Ciudad de Barcelona, 162. Actualmente se está adecuando el edificio para albergar una biblioteca.

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