jueves, 8 de febrero de 2007

Los túneles de la M-30. Cuesta de San Vicente – Avenida de Portugal, sentido salida (IV)

A partir de hoy los coches que salgan de Madrid hacia la A-5, lo harán por el nuevo túnel, pero...

¿recordamos cómo era la zona antes de la actuación?


En el entorno de la Cuesta de San Vicente, al igual que en otras zonas próximas, las riberas del Manzanares resultaban en su mayoría inaccesibles al estar inmersas entre las vías de circulación de la M-30. Así, los puentes peatonales históricos quedaron aislados por la M-30, rompiendo la conectividad de la zona y especialmente el acceso hacia el Campo del Moro y la Casa de Campo.


Así era la conexión en superficie entre la Cuesta de San Vicente y la avenida de Portugal. Al fondo, Puente del Rey

El tramo de la M-30 entre la Cuesta de San Vicente y la Avenida de Portugal, que ha quedado soterrado tras la reforma, ha soportado un intenso tráfico en superficie que generaba altos niveles de contaminación atmosférica y acústica, incrementados por las retenciones producidas, sobre todo en la Cuesta de San Vicente y su entorno más inmediato en horas punta.

Antes de las obras incluidas en el Plan de Reforma y Gestión integral de la M-30, dentro de su proyecto Oeste, el acceso y salida de Madrid a través de la A-5 se hacía en superficie mediante dos calzadas con tres carriles cada una, separadas por una mediana, y una vía de servicio del lado de las edificaciones. El tráfico de entrada se incorporaba a la M-30 sur y norte mediante ramales de conexión, y con el centro urbano mediante el antiguo paso subterráneo bajo la glorieta de San Vicente.

El tráfico de salida discurría bajo el paso inferior de la glorieta de San Vicente para salir después a superficie, pasar sobre el histórico Puente del Rey, continuar por el nudo de la A-5 con la M-30 y seguidamente tomar la avenida de Portugal.

Debido a su intenso tráfico, la avenida de Portugal, que canaliza todo el tráfico hacia el oeste de la península, además del regional y local hacia el centro de Madrid, se configuraba así como una barrera entre la ciudad y uno de sus principales pulmones verdes, la Casa de Campo.

Por otra parte, el paso inferior que existía bajo la Glorieta de San Vicente resultaba insuficiente para absorber y canalizar el flujo de vehículos que accedían hacia el centro urbano y el que buscaba la salida hacia la A-5 y M-30 Sur.

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