Cuando me he enterado de que ha regresado a nuestra ciudad he sentido nostalgia. Ya estuvo aquí el lienzo de Velázquez allá por los noventa cuando se expuso en el museo del Prado una antología del pintor sevillano y tuve la suerte de admirar la exposición en dos ocasiones.
La primera nos turnamos toda la mañana de un viernes en las inmensas colas que se habían formado: Hermanos, padres, tíos... La familia entera de guardia, unos aguantando el tipo con un frío que pela, otros de cafetería o comiendo mientras. La segunda ocasión, sin colas, ¡milagro! Veníamos de La Mancha camino de la sierra y mi padre decidió probar suerte atravesando Madrid por Castellana en vez de usar m30 -no la pienso llamar Calle30 por ahora Aalto ;)- y sorpresa, faltando apenas media hora para el cierre no había absolutamente nadie esperando, era nuestra ocasión. El museo y Velázquez para nosotros solos, eso sí, apurando que cerraban.
Ahora ha vuelto a Madrid y la enigmática cortesana de Velázquez nos aguarda a todos recostada frente a su espejo.
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