domingo, 20 de mayo de 2007

Carlos III también fue un buen alcalde


La ciudad de Madrid, en 1760 contaba con algo menos de 150.000 habitantes, el agua era un bien escaso, y las calles eran auténticos lodazales. Cuando el rey Carlos III llegó a Madrid se encontró una ciudad con un aspecto vergonzoso y maloliente en cuanto a la limpieza pública.

La capital era una auténtica pocilga, los cerdos paseaban libremente por la ciudad, las calles convertidas en vertederos estaban llenas de basuras y excrementos, no había prácticamente iluminación nocturna y toda clase de ladrones esperaban en las esquinas al ingenuo que se aventurase a pasear más allá del atardecer.

Todo ello llevó a Carlos III a preparar una profunda reforma de la Ciudad. Con ayuda del arquitecto Sabatini presentó un proyecto para recuperar la villa para sus ciudadanos, y darles una mayor calidad de vida. Básicamente ordenaba limpiar las calles y empedrarlas, los caseros deberían "embaldosar el frente y costados, colocar canales en toda la anchura del arroyo, construir conductos para las aguas de la cocina y otras menores de limpieza, con sumideros o pozos para las aguas mayores". Las basuras serían recogidas y trasladadas fuera del casco urbano. Quedaba prohibida la presencia de cerdos en las calles. Se creaba una policía urbana para mantener el orden y sería obligatorio que en las escaleras luciera un farol.

Lo chocante es que al principio los madrileños acogieron mal estas medidas, como si le costase desprenderse de tanta suciedad. Fue entonces cuando Carlos III comentó: "Mis vasallos son como los niños: lloran cuando se les lava..."

Carlos III fue un rey que se preocupó por transformar urbanísticamente la ciudad, engrandeciéndola con monumentos como la Puerta de Alcalá, el Museo del Prado, o el Jardín Botánico, además de mejoras notables en el trazado urbano que han perdurado hasta nuestros días y permitieron que a Carlos III se le llamase con el transcurrir del tiempo "el mejor Alcalde de Madrid".



Hace cuatro años, Alberto Ruiz-Gallardón llegó a la alcaldía de Madrid, y se encontró con un gran problema: el vehículo privado había ido ganando sitio al peatón, y la ciudad se había convertido en un atasco continuo.

Gallardón, se rodeó de un gran equipo, capitaneado por Pilar Martínez y Manolo Melis, que ya le habían acompañado en la Comunidad de Madrid los años anteriores. Un equipo de políticos y profesionales valientes que querían luchar para solucionar los problemas de Madrid.

Se propusieron devolver al peatón su espacio perdido y solucionar el problema del tráfico en la ciudad. Para ello la primera tarea (aunque no la única) era reformar la M-30 y recuperar el río Manzanares. Sabían que era una tarea muy difícil y arriesgada, que crearía mucha impopularidad. A nadie le gustan las obras, el polvo y los atascos, nadie es tan masoquista, pero para conseguir el fin buscado tendrían que pasar muchas dificultades técnicas y políticas. Fueron muchos los que pasando por encima de todo y sin importarles para nada los madrileños, intentaron que el proyecto no pudiese llevase a cabo.

Gallardón a pesar de todo, y de todos, lo ha conseguido.

Pero su tarea no ha terminado aquí. Es cierto que ha mejorado la movilidad en la M-30 y en el resto de la ciudad, es cierto que se ha reducido la contaminación acústica y atmosférica, también que los vecinos de Madrid han empezado a ver que desaparece esa barrera que era la M-30. Pero queda la parte final: el Proyecto Madrid Río, el gran parque que acercará la ciudad al Manzanares, que unirá los distritos a ambos márgenes, y que por fin acercará el río Manzanares a los madrileños.

Madrid ha experimentado la transformación urbanamás importante de los últimos cien años, se ha convertido en una ciudad para la convivencia, una ciudad emprendedora, una ciudad con proyección internacional, y en definitiva una ciudad del siglo XXI. En Madrid ha mejorado la movilidad, el transporte público, las zonas verdes, la vivienda, los servicios sociales, la cultura y el deporte. Madrid es hoy una ciudad más segura, saludable y sostenible.

Decía el alcalde hace unos días en un discurso que estaba orgulloso de los madrileños, pero somos los madrileños los que debemos estar muy orgullosos de tenerlo como regidor. Ha demostrado que es un gran alcalde, inteligente, con gran valentía, audaz, imaginativo, honrado, un político en definitiva que ha luchado siempre por y para los ciudadanos.

Como la envidia es el deporte nacional, un político tan válido como él estará siempre en el punto de mira de muchos mediocres, envidiosos y resentidos.

Desde la izquierda, Miguel Sebastián, desesperado ante la que se le viene encima, ha intentado a la desesperada desprestigiar a Gallardón entrando en su vida privada. Como si fuese a importarnos mucho lo que hagan o dejen de hacer nuestros políticos en su intimidad. Pero la bola que ha lanzado se ha vuelto contra él. Ya no le apoyan en su caída ni sus compañeros de partido.

Desde la derecha, algunos grupos que presumen de estar cercanos al Partido Popular, siguiendo consignas radiofónicas, proponen votar a Esperanza Aguirre y no votar a Gallardón, incluso tacharlo de la papeleta. Un grupo de cobardes y rencorosos, abducidos por el odio. Por suerte, no son nadie, sólo unos miserables.


El día 27 de mayo Gallardón arrollará en las urnas. Los madrileños tenemos claro, a pesar de las molestias originadas por las obras, que Gallardón pasará a la historia como uno de los grandes alcaldes de Madrid, para mí, sin duda el más grande.


Gallardón, en estos cuatro años lo ha hecho muy bien. No hay duda. Yo no soy militante del Partido Popular, y nunca he estado afiliado a ningún partido político, soy madrileño, me gusta Madrid, y por eso el día 27 de mayo votaré a Alberto Ruiz-Gallardón, sencillamente porque quiero lo mejor para mi ciudad.


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