sábado, 31 de mayo de 2008

La sátira en Madrid (historia de Villamediana)

A veces sólo pensamos en nuestro patrimonio histórico como conjunto de edificios, reyes o grandes prohombres de las letras, política o ciencia, pero es curioso la de información que tenemos sobre personajes históricos que podríamos llamar de segunda línea. Con la corte en Madrid muchos los hubo archiconocidos en su época, como es el caso del singular Juan de Tassis y Peralta, Conde de Villamediana.

Hace bien poco que conozco la historia de Villamediana y es realmente apasionante. Se cuenta que este libertino autor de centenares de sátiras del siglo XVII podría haber sido asesinado por orden del mismo rey al no soportar sus intrigas con la reina. En aquella fiesta taurina de la plaza Mayor apareció con un collar de dos reales que disponía "Son mis amores". Unos pensaron podía ser el dinero su amor cuando parecía decir reales son mis amores y tras brindar un toro a la reina Isabel el regidor (o la reina) apuntó "Su Majestad, ¡qué bien pica el conde!" a lo que Felipe IV respondió "¡pero pica muy alto!". Aquello quizá fue demasiado, y así se lo advirtieron algunos.

La sátira, el ingenio, la pluma o las palabras siempre acaban con la paciencia de los poderosos, esto ocurría, ocurre y ocurrirá siempre.

Pudo ser aquella la penúltima travesura de un conde de Villamediana que de Lerma y los desmesados gastos de la anterior corte, y antes de ser desterrado, escribiría:

"Las Indias le están rindiendo / el oro y plata a montones, / y España con sus millones, / aunque la van destruyendo; / cada día están vendiendo / cien mil oficios, Señor: / usan muy grande rigor / en destruir vuestra tierra; / gastóse aquesto en la guerra.../ o en Lerma diré mejor. / Cien mil moriscos salieron / y cien mil casas dejaron; / las haciendas que se hallaron / ¿en qué se distribuyeron? / La moneda que subieron, / causa es de pena y de lloro, / y subir también el oro / con tan poco fundamento; / arbitrio, en fin, de avariento / para aumentar su tesoro..."


como también "El mayor ladrón del mundo, por no morir ahorcado, se vistió de colorado."




Mme. D'Aulnoy en su viaje por España cuenta una anécdota referente al Conde: "Hallándose el Conde un día en la Iglesia de Atocha se le presentó un fraile con un cepillo pidiendo para las ánimas del Purgatorio. Villamediana le dio un ducado y el fraile le dijo: "Acabáis, Señor, de librar un alma". El Conde le dio otro ducado y el fraile le dijo: "Otra más redimida". Fue dándole algunos educados más en tanto que el fraile repetía a cada uno que daba: "Un alma acaba de salir del Purgatorio". "¿Me lo aseguráis? le dijo entonces el Conde. "Sí, Señor, ya están en el cielo". "Devolvedme entonces el dinero que puesto que están en el cielo, no hay que temer que vuelvan al Purgatorio, en tanto que mis ducados corren el grave peligro de no volver a mi bolsillo".

LLegó a ser alabado por Lope y citado por Cervantes, a la par que odiado por todos los que recibieron estocazos a base de versos, como es el caso del alguacil Pedro Vergel:

"¡Qué galán entró Vergel / con cintillo de diamantes! /¡Diamantes que fueron antes /de amantes de su mujer!"





De su asesinato contó Quevedo:

"El Conde, gozoso de haber logrado una malicia en el religioso, se divirtió, de suerte que habiéndose paseado todo el día en su coche con D. Luis de Haro, hermano del Marqués del Carpio gran amigo suyo), a la mano izquierda en la testera, descubierto al estribo del coche, en la calle Mayor donde vivía, salió un hombre del Portal de los Pellejeros, mandó parar el coche so pretexto de dar un recado urgente al Conde y reconocido, le dió tal herida que le partió el corazón. El Conde, animosamente, asistiendo a la venganza más que a la piedad, exclamó "Esto es hecho" y empezando a sacar la espada y quitando el estribo, se arrojó a la calle donde expiró luego, entre la fiereza de este ademán y las pocas palabras referidas. Corrió al arroyo toda su sangre y luego arrebatadamente, fue llevado al portal de su casa, donde concurrió toda la Corte a ver la herida, que cuando a pocos dio compasión, a muchos fue espantosa; la conjetura atribuía a instrumento, no a brazo"




Góngora:

"Mentidero de Madrid, / decidnos: ¿Quién mató al Conde? / Ni se sabe ni se esconde: / Sin discurso discurrid./ -Dicen que le mató el Cid / por ser el Conde Lozano; / ¡disparate chabacano! / La verdad del caso ha sido / que el matador fue Bellido / y el impulso soberano"



Hurtado:

"Ya sabéis que era Don Juan / dado al juego y los placeres; / amábanle las mujeres / por discreto y por galán. / Valiente como Roldán / y más mordaz que valiente / ...más pulido que Medoro / y en el vestir sin segundo, / causaban asombro al mundo / sus trajes bordados de oro...

...Muy diestro en rejonear, / muy amigo de reñir, / muy ganoso de servir, / muy desprendido en el dar. / Tal fama llegó a alcanzar / en toda la Corte entera, / que no hubo dentro ni fuera / grande que le contrastara, / mujer que no le adorara, / hombre que no le temiera..."




Descripción de Toledo, por Villamediana:

Loca justicia, muchos alguaciles,
cirineos de putas y ladrones
seis caballeros y seiscientos dones
argentería de linajes viles;

doncellas despuntadas por sutiles,
dueñas para hacer dueñas intenciones,
necios a pares y discretos nones,
galanes con adornos mujeriles;

maridos a corneta ejercitados,
madres que acedan hijas con el vino,
bravos de mancomún y común miedo;

jurados contra el pueblo conjurados,
amigos como el tiempo de camino,
las calles muladar: esto es Toledo.



No olvidéis tampoco leer el romance del Duque de Rivas a Villamediana relatando la fiesta taurina de los amores reales en un romance (pinchad aquí para ojearlo entero) :

Puesto en medio de la plaza
Personaje tan bizarro,
Saluda al Rey y a la Reina
Con gentil desembarazo.

Aquél, serio, corresponde;
Ésta muestra sobresalto,
Mientras el concurso inmenso
Prorrumpe en vivas y aplausos.

Era el gran Don Juan de Tassis,
Caballero cortesano,
Conde de Villamediana,
De Madrid y España encanto

Por su esclarecido ingenio,
Por su generoso trato,
Por su gallarda presencia,
Por su discreción y fausto.

Gran favor se le supone,
Aunque secreto, en palacio,
Pues susurran malas lenguas
Pero mejor es dejarlo. [...]






Fuentes: El gran capitán, Cuadernos de historia.

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